Por Gioconda San Blas
“Ojalá que llueva café en el
campo,
que caiga un aguacero de
yuca y té,
del cielo una jarita de
queso blanco
y al sur una montaña de
berro y miel.”
Juan Luis Guerra
Era el día de presentación
de la Memoria y Cuenta anual del presidente de la República ante la Asamblea
Nacional. Una jornada para responder por la debacle económica y social que se
abate inclemente sobre los venezolanos, azuzada por la incompetencia
gubernamental, la destrucción a mansalva del aparato productivo y el colosal
saqueo del erario nacional, más que por la caída en los precios del petróleo.
Un cuadro dantesco que seguiría expandiéndose ese año y el siguiente y para el
cual, la única propuesta presidencial se redujo a: “Dios proveerá”.
Pasado año y medio, la
solución divina no ha llegado, por supuesto. No llovió café, ni yuca, ni queso,
mucho menos miel, como hubiera querido Juan Luis Guerra. Por el contrario, la
crisis se ha agravado. Baste ver las largas colas en busca de alimentos o el
hambre de los niños en las escuelas para dar cuenta de la miseria a que nos ha
llevado este régimen en 17 años de pillaje “revolucionario”.
Atrapados en vetustas
gríngolas ideológicas, no pueden revertir el colapso económico provocado por
ellos mismos. La más reciente ocurrencia de la “nomenklatura”, ahora encabezada
por el ministro de la defensa en plan plenipotenciario, es la de disponer de la
vida y milagros de los ciudadanos de este malogrado país al establecer “un
régimen especial transitorio de carácter obligatorio y estratégico para todas
las entidades de trabajo del país públicas, privadas, de propiedad social y
mixtas, que contribuya con el reimpulso productivo del sector agroalimentario,
estableciendo mecanismos de inserción temporal para fortalecer su producción” (Resolución Nº 9855, Gaceta Oficial N° 40.950, 22/7/2016).
En dos platos, trabajo
forzoso, trabajo esclavo. De un plumazo se violan los artículos 87 y 89 de la
Constitución que establecen la libertad de trabajo y la imposibilidad de
desmejorar a los trabajadores, el artículo 30 de la ley del trabajo, referente
a la libertad de escoger trabajo según las preferencias y aptitudes, y el
protocolo P029 de la Organización Internacional del Trabajo que prohíbe el
trabajo forzoso por violatorio de los derechos humanos.
Esta medida, calcada de
similares tomadas en países totalitarios, tiene en nuestro país el sello
cubano. Todos recordamos de los años ’70 el atropello del régimen castrista
contra su pueblo, en pretensión de lograr una imposible zafra de 10 millones de
toneladas de azúcar, para lo cual se reclutó “voluntariamente” a millares de
personas. Según el escritor Reynaldo Arenas, el Central Azucarero fue “una
inmensa unidad militar”, en unos cañaverales a donde los intelectuales fueron
llevados “como macheteros en las zafras del pueblo…[para purgar] así su origen
burgués”, en palabras de Duanel Díaz Infante.
Nuestro país ha sido
arruinado hasta hacerse irreconocible; a la desesperación del pueblo en busca
de comida, a los plantones de horas y horas en colas interminables y a las
dificultades para conseguir medicamentos que garanticen la vida, se añade ahora
la ansiedad de ser arrancado a la fuerza del núcleo familiar y de su esfera de
trabajo, en intento de reiniciar las más de 1.200 empresas confiscadas e
inutilizadas por ellos mismos o para volver a sembrar caña y frijoles en las 4
millones de hectáreas expropiadas por el régimen en estos 17 años de miseria,
tierras que habiendo sido fértiles ahora, abandonadas, exhiben la malquerencia
de quienes las robaron con la única motivación del resentimiento y un solo
propósito destructivo.
Cada día se hace más urgente
una salida constitucional, democrática y pacífica a este drama: el referendo
revocatorio en 2016 que haga posible un cambio de régimen hacia otro de
libertad y respeto a las garantías constitucionales de los ciudadanos.
TUITEANDO
1.- Por un descuido involuntario,
en mi entrega del pasado 21/7/2016 [Con la iglesia (y con Miranda) hemos
topado] no mencioné mis fuentes de los textos de Francisco de Miranda. Fueron
ellos los historiadores Inés Quintero y Rogelio Altez, que generosamente los
proporcionaron y a quienes presento excusas por la omisión.
2.- La mortalidad materna en Venezuela va en aumento
progresivo y sostenido desde 2006.Mientras en los países desarrollados la razón
de mortalidad materna está entre 2 y 10, en Venezuela ya estamos rondando los
100.
04-08-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico