Chuo Torrealba 07 de agosto de 2016
Las
agendas de los movimientos sociales autónomos y la de la Mesa de la Unidad
Democrática son diferentes porque son actores de naturaleza y propósito
sustancialmente distintos: La MUD es un actor político, una alianza de
partidos, y su objetivo es la toma y ejercicio del poder para desde allí
promover y realizar un programa integral e integrador de reconstrucción
nacional, que implique lograr la gobernabilidad política, la estabilidad
económica y la convivencia social para, entre todos, construir una Venezuela en
la que sus habitantes puedan alcanzar y sostener una elevada calidad de vida, y
pueda al fin nuestro país entrar al siglo XXI, en vez de seguir retrocediendo
hacia el XIX.
En
cambio, los movimientos sociales autónomos (gremios, sindicatos, movimientos
comunitarios, asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales, etc.)
aunque puedan tener opiniones sobre los problemas generales del país no se
organizan para dar respuesta a estos, sino para defender intereses y promover
derechos de sectores específicos: los profesionales que integran un gremio, los
trabajadores de una empresa o de una rama de industria, los estudiantes de
enseñanza media y superior, los padres y representantes de la educación básica,
las asociaciones de vecinos o las redes de luchadores comunitarios como El
Radar de los Barrios, por ejemplo, son
convocados por motivos específicos y son convocantes de grupos humanos también
específicos, delimitados por sus intereses y hasta por sus aficiones.
Pero
la muy dura realidad venezolana ha terminado por hacer coincidir ambas agendas,
la de la MUD como frente político y la de la Sociedad Civil como realidad
diversa y abigarrada. En efecto, estas
agendas hoy encuentran puntos de encuentro en lo táctico, lo estratégico y,
obviamente, en su objetivo.
El
objetivo en que coincidimos es el cambio
político urgente, no sólo de presidente, sino de gobierno y de sistema. La coincidencia estratégica entre la sociedad
civil organizada y la oposición democrática es muy fácil de explicar: En un
sistema totalitario NO EXISTEN los movimientos sociales autónomos. Tanto el
fascismo como el comunismo tienen una visión corporativa del Estado, que todo
lo invade y todo lo controla. Aunque esa práctica la inició Lenin y fue Pol Pot
quien la llevo a su máxima y más criminal expresión, le cabe el mérito a
Mussolini de haberla definido en forma más diáfana: “Dentro del Estado todo,
fuera del Estado nada”, dijo alguna vez Il Duce.
En efecto,
en el totalitarismo no existen sindicatos libres, ni gremios independientes, ni
movimientos sociales autónomos, sino “parapetos” que simulan representar a la
sociedad cuando en realidad son instrumentos de control y propaganda del
régimen. Tomen como buen ejemplo
venezolano de esta desgracia la llamada “Central de Trabajadores Bolivarianos
Socialistas”, o los múltiples “consejos presidenciales” de supuestos
trabajadores, estudiantes, pescadores, agricultores, mujeres, indígenas, etc.,
útiles solo para ser exhibidos en los alicaídos pseudo eventos televisivos del
madurismo, pero ayunos de la más mínima representatividad social real.
Desde
el punto de vista táctico, la coincidencia entre ciudadanía organizada y
oposición democrática es también evidente:
lograr la solución política, electoral y democrática a la crisis sólo es
posible articulando una presión desmesurada sobre el estamento gobernante que,
aunque claramente minoritario, conserva muy importantes palancas de poder, y
las usa además sin contención institucional alguna y sin escrúpulos
democráticos de ninguna naturaleza. Esa
presión democratizadora, para ser exitosa, tiene que ser masiva, es decir, debe
rebasar las fronteras de los actores políticos convencionales e incorporar a
toda la sociedad.
Pero
esas “coincidencias” deben tener consecuencias.
Es necesario que estos puntos de encuentro de las agendas de la
oposición política democrática y la sociedad civil organizada se expresen, en
esta hora crítica del país, en actitudes y conductas concretas. Desde el ámbito ciudadano es preciso
articular un amplio bloque de movimientos sociales autónomos que -a partir de
su propia perspectiva y desde sus espacios naturales de acción- promueva
activamente el Referendo Revocatorio como instrumento para el cambio político
urgente; Desde el ámbito político-partidista es urgente que tanto la
organización de los comandos de campaña como la naturaleza y características de
las convocatorias públicas sean diseñadas y construidas para facilitar al
ciudadano la incorporación no sólo como “marchista” o “votante”, sino como
actor fundamental en esta lucha.
Cada
quien en lo suyo defendiendo lo que es de todos: ¡Venezuela! ¡Palante!
Chuo
Torrealba
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