Por Rafael Uzcátegui
En nuestra columna de la
semana pasada describimos cómo la figura del Referendo Revocatorio (RR) había
sido el mecanismo de democracia directa más interesante de la Constitución de
1999. Asimismo, el que su potencial activación pudiera significar la
recomposición del escenario sociopolítico del país, generando condiciones para
la emergencia de múltiples identidades, más allá del binomio estéril chavista-opositor,
y con ello la re-emergencia de movimientos sociales autónomos de base.
A todo lo anterior queremos
agregar un elemento. Las consecuencias múltiples que tendría la presión de un
amplio universo destituyente, no sólo limitado a los partidos políticos de
oposición, independientemente de la fecha en que se realice el revocatorio. Me
explico.
Impedir la realización del
RR es casi imposible, salvo que Maduro y su combo se asuman, sin florituras,
como una dictadura. Como Chávez terminó midiéndose en uno, hasta el papel de
clon juega en contra del ex sindicalista del Metro de Caracas. El oficialismo
está colocando todos los obstáculos posibles tanto para desanimar la
efervescente potencia destituyente como para intentar que se realice en el
terreno en el que puedan hacer la mayor contención de daños posible. Sin
embargo, en el momento en que la rectora Tibisay Lucena anuncie su fecha de
realización final, debido cronograma mediante, se iniciará dentro del chavismo
burocrático, el madurismo realmente existente, un tsunami de insospechadas
consecuencias. Y repito, sea en el 2016 o en el 2017.
Que la hegemonía bolivariana
tenga fecha concreta de expiración permitirá la expresión de todos aquellos que
no se querrán hundirse en el titanicmadurista, por eso el misterio con los
tiempos. La lista ya comenzó, como sabemos. No entremos a detallar sus razones,
sino las consecuencias: La soledad del poder que alguna vez se pretendió
omnímodo e infinito, y con ello su fragilidad. Quienes están pensando en este
momento cómo será su futuro político en el post-chavismo, se disputarán la
representatividad electoral de un movimiento que aunque se reduzca a su mínima
expresión, representa una no despreciable cuota de votos que a corto plazo
seguirán siendo fieles al recuerdo del zurdo de Sabaneta –curioso dejavú de los
votos que arrastró el perezjimenismo durante las citas electorales post-58-.
Habla Tibisay y al día siguiente comienza el deslinde, que incluirá renuncias,
meas culpas, críticas y denuncias de todo tipo. Y como demuestra la
experiencia, no hay peor odio que los mellizales.
El efecto destituyente no
serán sólo acciones en negativo. Como por arte de magia una buena parte de los
funcionarios ejercerán sus funciones, o por lo menos lo intentarán. Salvo los
kamikazes, un sector del chavismo instituido dejará de usar adjetivos
calificativos para referirse a sus contrarios y con fervor adolescente
descubrirán que democracia es pluralidad y procesamiento de las diferencias,
como diría Mario Moreno, “como caballeros y no como lo que somos”.
02-08-16
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