Por Iván Contreras
Simón García es un “animal
político” en el buen sentido de la expresión; desde la distancia luce que la
política es su vida, aunque es difícil hallar en su historia personal la
búsqueda del protagonismo. Diputado por el MAS en varias ocasiones,
inicialmente en la Asamblea Legislativa del Estado Carabobo y luego en el
extinto Congreso de la República.
Miembro principal del
Consejo Supremo Electoral y ministro de Rafael Caldera, en su segunda gestión,
para las relaciones con el parlamento. Integrante consecutivo de la Dirección
Nacional del MAS como Secretario de Organización y Subsecretario General.
Renunció a su partido cuando
éste apoyó en 1998 a Chávez. Se nos antoja como un llanero de estirpe poética.
Por fortuna su condición de pensador está recogida en toda una montaña de bien
hilados artículos de prensa que acaso esperan por ser recopilados y
sistematizados. Desde un parque caraqueño asume el diálogo que le planteamos.
-¿Cómo y cuándo ocurrió su
primer encuentro con la política?
-El lunes 26 de noviembre
del 57 estuve entre un pequeño grupo de estudiantes que decidió poner cadenas a
las puertas del Liceo Roscio. La idea provino de algunos estudiantes
universitarios que habían regresado después de las protestas en la UCV contra
la dictadura de Pérez Jiménez. Ese evento universitario originó la celebración
en Venezuela del 21 de noviembre como día del estudiante.
-¿Y su primera militancia?
-Llegué a la militancia por
vía de la amistad. Nuestros mentores, estudiantes de la UCV, eran militantes de
la Juventud Comunista. Entre ellos los poetas Angel Eduardo Acevedo, Adolfo
Rodríguez y Víctor Valera Mora.
-¿Aparte de la literatura
política pro-comunista, cómo llegó a sus primeras lecturas de temas sociales
por autores de otros ámbitos?
-La literatura tiene sus
pasadizos, a veces subterráneos, hacia lo social. Novelistas como Dos Passos,
poetas como Vallejo o ensayistas como Ingenieros reforzaban nuestra
sensibilidad social. La militancia comunista ofrecía su propio mundo cultural.
Allí teníamos a Neruda, Eluard, Lorca, Maiakosky, Malraux, Moravia, Roland,
Picasso en la pintura, Chaplin o de Sicca en el cine.
-Todo comunista de la época
estaba obligado a internalizar y defender el concepto de la dictadura
proletaria. ¿Qué circunstancias de esa época le ayudaron a zafarse inicialmente
del atavismo leninista? ¿Ocurrió como un salto o fue más bien un proceso
continuo aún en desarrollo?
-Nosotros seguíamos el dicho
de Jesús -Chucho- Valedón: “Dictadura, ni la del proletariado”. En la Comisión
Ejecutiva Nacional de la JC se produjo, desde 1967, un debate animado por
Antonio José Urbina, “Caraquita”; Luis Bayardo Sardi y Alonso Palacios, entre
otros. Siempre estuvimos en relación con la llamada izquierda del PCV: Teodoro
Petkoff, Freddy Muñoz, Germán Lairet y Alfredo Maneiro.
La libertad de mis primeras
cárceles ideológicas se consolidó en la primavera checa. Salí de Praga el 19 de
agosto y la invasión de los soviéticos fue el 21del 68. Mi traductor fue
Vicente Bello, actual representante de la MUD ante el CSE, uno de los
constructores del túnel de la fuga de Pompeyo, Teodoro y García Ponce del
cuartel San Carlos.
Las “lecturas” que más me
influyeron fueron las discusiones, a partir de 1967, sobre el retorno del PCV a
la vida democrática. Después Teodoro escribió su “Checoeslovaquia, el
socialismo como problema” que desató ese movimiento de anticipación que fue el
MAS y que me permitió actuar junto a amigos notables como Pompeyo Márquez,
Freddy, Bayardo, Eloy Torres, el gordo Martínez, Argelia Laya, Jacobo Borges,
Manuel Caballero y Teodoro que fue al alma, la sangre y la pasión de un
proyecto para reinventar a la izquierda de la época.
-Hablando de lo actual,
¿cómo percibe el rendimiento de la MUD en el frente internacional?
-Hay un giro favorable al
cambio, producto de esfuerzos sostenidos en la labor de Timoteo Zambrano desde
la MUD, de Luis Florido desde la Comisión de Política Exterior de la AN, de
Lilian Tintori, Mitzy Capriles, Maria Corina, Henrique Capriles, Henry Ramos y
otros actores que se mueven menos visiblemente como la Iglesia. A nivel no
directamente político, pero con eco internacional, me gustaría mencionar a
Rafael Cadenas y a la pianista Gabriela Montero, a cantantes, actores y
deportistas. Los venezolanos en el exterior han cumplido excelente papel.
-Se ha dicho que el cambio
es un acontecimiento dominantemente nacional? La realidad podría imponer otro
escenario?
-La pregunta sugiere
examinar el grado de vigencia de una idea: los cambios políticos nacionales
obedecen a una dinámica fundamentalmente interna. Esto ya no es siempre y
exactamente así en sectores como la economía y también comienza a no serlo en
otros. Pero en la política aun son decisivos los factores internos.
Es imprescindible actuar en
armonía con los factores internacionales para impedir que el régimen dinamite
las normas constitucionales e imponga de modo absoluto la ruptura del Estado de
Derecho.
-El actual desencanto
popular con el modelo cubano-chavista podría ser una gran oportunidad para
echar a andar un modelo político radicalmente distinto al populista, más “de
derechas”?
-Dejar atrás las rémoras
populistas significa no dividir maniqueamente entre pueblo y enemigos del
pueblo; desterrar las reducciones clasistas; practicar el pluralismo. Y
especialmente dedicarse a estimular una nueva cultura cívica y un nuevo modo de
ser ciudadano que los dirigentes y partidos de la MUD están comenzando a
prefigurar en sus propuestas y acciones.
A los nuevos dirigentes que
están surgiendo de la MUD y de la resistencia social les toca fundar otro país.
La esperanza es que no se enreden en la tentación de actuar para agradar al
pueblo ni se dejen vencer por la exigencia de virar a la derecha como rechazo a
lo que el actual régimen dijo ser. Están obligados a cambiar de ojos respecto a
las generaciones anteriores.
-¿Cómo hacer para conquistar
el voto sin adoptar el facilismo populista, sobre todo ahora cuando
presumiblemente el desencanto conlleva un mayor grado de conciencia en el
electorado?
-Necesitamos partidos y
líderes que hablen desde la verdad, que salgan de la realidad virtual, que no
sean interpretes pasivos de las encuestas y dispuestos a romper con las rutinas
y modelos de pensamiento que heredamos de las grandes figuras fundadoras de los
partidos en Venezuela. Ellos fueron el ala democrática del populismo y el país
les debe el mayor ciclo de progreso y democracia de toda nuestra historia, pero
tuvieron carencias, limitaciones y egos que hay que dejar en su sitio.
Encontrar la ruta eficaz
para salir de este régimen es infinitamente más sencillo que abordar la
reconstrucción de la economía y el relanzamiento de la democracia. El gran
desafío es cómo crear bienestar sostenible fuera del esquema populista. Ese
camino repite el ciclo de un paso adelante y tres atrás.
Para romper con la cultura
populista hay que tener el coraje de arriesgar el voto al líder y al partido.
Sin ese nivel de ruptura resultará imposible aproximarnos a una nueva manera de
hacer política.
-La actual táctica madurista
de echar más leña al fuego no estará basada en los viejos sueños guevaristas de
propiciar que el conflicto venezolano se derrame hacia otros países de la zona?
-Los dos últimos gobiernos
aplicaron, con éxitos parciales, una sofisticada tecnología de control y
dominación total del Estado sobre la sociedad. Pero Maduro no tiene dólares
para subsidiar franquicias en otros países. Perdió el apoyo de quienes
simpatizando con la aparición de un movimiento de justicia, progresivamente
advirtieron su vocación totalitaria y su irracional destrucción del aparato
productivo.
Además la marea rosada entró
en declinación en Argentina, Brasil, Perú y su fortaleza roja, Venezuela
comenzó a caer el 6 de diciembre de 2015.
-Voceros del Gobierno
afirman que no hay tiempo para realizar el referendo este año, ¿es eso cierto?
-Si el CNE se atiene a su
reglamento y no sigue inventando desesperadamente retrasos como averiguar el
color de la tinta de las firmas, sobra tiempo. El referendo ya no es una lucha
de la MUD, es una exigencia de más del 80 % de los venezolanos incluidos
sectores que aún apoyan al proceso, pero desaprueban a Maduro y a su gobierno.
Los que no tienen tiempo son
los venezolanos golpeados por las plagas sociales de una crisis mantenida por
un Gobierno sin pueblo, sin apoyo internacional, sin proyecto y loqueando
contra la Constitución .
-Dar inicio a una sana
democracia en Venezuela luego de la actual pesadilla implicaría el
establecimiento de un “pacto de Estado”. ¿Cuáles serían las bases de ese pacto?
-Los venezolanos estamos en
el umbral de un cambio de época. Ella requiere una élite política moderna; un
programa económico alternativo al populismo y al puro industrialismo y un Pacto
Social de larga duración entre diversos sujetos partidistas, institucionales,
culturales y económicos. Una alianza para reconstruir el país innovándolo.
Hay que comenzar a pensar en
los criterios sobre un Gobierno de Integración Nacional, tan plural que asegure
la reconciliación y la convivencia entre proyectos políticos rivales. Ello
incluye la participación del PSUV especialmente si atiende experiencias como la
del sandinismo ante Chamorro y abre paso a una salida en el marco de la
Constitución. Sus políticas deben generar la confianza necesaria para atraer la
inversión privada suficiente, sin la cual podrá haber Estado, pero no bienestar
con justicia social, libertad y progreso humano.
Recogemos así una
conversación franca y amena entre dos viejos amigos, acompañados por el mismo
clima benévolo que un par de siglos atestiguó las primeras luchas libertarias
de la República venezolana. El mismo en el que sus gentes reclaman hoy con
fuerza el derecho a una solución electoral que permita aliviar el sufrimiento y
el luto que conmueven al país.
01-08-16
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