Por María Emilia Jorge
M
El agua que les da la vida
también se las quitó. 160 peces alevines murieron el 17 de enero luego de que
Carlos Padilla les cambiara el agua con la que permanecían en un criadero de
Coche, en Caracas, antes de ser enviados a Acarigua, estado Portuguesa. Los
peces murieron ahogados y con la boca abierta, indicio de falta de oxígeno o de
exceso de amoníaco.
Los medidores de valores
coincidieron con las pistas iniciales: el amoníaco alcanzó 4,8 miligramos por
litro, cuando lo acostumbrado para un acuario de agua dulce es que no pase de
0,1 miligramos por litro. Ese mismo fin de semana en las peceras de varios
clientes de Padilla de Montalbán, Catia, Caricuao, Candelaria y Altamira
agonizaron más ejemplares de forma similar. “Después de eso he seguido haciendo
mediciones al menos mensualmente con mis propios equipos, y aunque el agua no
ha llegado a tener los mismos niveles de amoníaco, sí está llegando a 2,2 miligramos
por litro, que sigue siendo elevado para los animales. Estoy utilizando un
producto importado llamado Seachem Prime, que normalmente se usa en los
acuarios para reducir el cloro, pero en este caso lo uso para quitar el
amoníaco”, cuenta el hombre, quien tiene más de 7 años dedicado a la cría y
cuidado de especies acuáticas.
Pero no sólo hay muertes en
las peceras de Caracas. El martes 19 de julio Freddy Aponte, de 21 años de
edad, tenía atado con un hilo de nylon un pescado que flotaba en el agua. El
muchacho vive en el pueblo de Camatagua a unos 5 kilómetros del embalse Ernesto
León, que provee actualmente 60% del agua de la capital, luego de la salida de
funcionamiento de Lagartijo.
Todos los días va a la presa
a pescar, pero cada vez le cuesta más encontrar algo de calidad. “Aquí había un
pez característico que es el pavón. Ya no lo hay. Ahora solo se ven caribes y
casi siempre están muertos cuando los agarramos. El agua antes era clarita,
ahora está verde y en algunas zonas hasta viscosa. El tapón (como llaman a la
represa) huele mal”.
El amoníaco, presente en el
agua de los peces de Padilla, es uno de los parámetros que una empresa
consultora internacional recomendó que Hidroven incluyera entre sus mediciones
habituales de calidad de agua, pues en este momento no se monitorea y es un
síntoma de la contaminación por materia orgánica proveniente de residuos
animales y heces fecales humanas. También advierten de la falta de oxígeno en
el embalse, como resultado del crecimiento descontrolado de material vegetal.
En 2012 esa misma empresa
entregó al gobierno venezolano el informe Diagnóstico y Conceptualización de
Soluciones para la Rehabilitación y Optimización de las Plantas Mayores de
Potabilización de Agua de Venezuela, solicitado por Hidroven y la CAF-Banco de
Desarrollo de América Latina, para tener acceso a un crédito que permitiera la
modernización del sistema, obra que finalmente no se concretó, pero cuyos
estudios sirven como referencia para conocer el estado actual de la estructura.
El documento, al que tuvo acceso El Nacional, nunca se hizo público.
El informe analiza datos
obtenidos de trabajos de campo del equipo consultor en siete plantas de
potabilización y en los embalses, así como mediciones de 2004 hasta 2011
proporcionadas por Hidroven. Uno de los capítulos más nutridos lo dedican a la
planta de Caujarito, que trata principalmente aguas provenientes de Camatagua,
aunque también recibe en menor medida de los embalses Taguaza, Taguacita y
Lagartijo, pertenecientes a los sistemas Tuy I y Tuy II, que completan el
Acueducto Metropolitano.
Antes de los trasvases, el
agua de Camatagua era azul y transparente.
Cuesta respirar
El azul dio paso a la espuma
viscosa entre marrón y verde. Las aguas cristalinas con las que alguna vez se
identificó a Camatagua ya no existen. La inmensidad que se presencia desde las
laderas que rodean al embalse es verde, incluyendo el agua.
La sequía también ha dejado
sus marcas. La diferencia en la vegetación revela los 20 metros de nivel que ha
perdido el embalse, y el balneario que solía recibir a turistas ahora tiene un
caudal pequeño, verde y descuidado. El empeoramiento de las aguas del embalse
que surte a Caracas a través del sistema Tuy I se debe, de acuerdo con el
informe de la empresa consultora, a los aportes del río Tuy que comenzaron en
2008 “detectándose un acentuamiento en los picos de color y turbiedad”. También
tienen consecuencias negativas la desviación de los ríos Maruria y Cabriales y
la extracción de aguas del lago de Valencia que llegan al río Pao, que luego se
comunica con el río Guárico, principal afluente de Camatagua. De igual forma,
es perjudicial el líquido proveniente de la planta de tratamiento de aguas
residuales de Taiguaiguai, que bombea 3.000 litros por segundo a Camatagua a
través del río Tucutunemo.
Algunos datos que
presentaron como indicadores de deterioro fueron la turbidez, que alcanzó picos
de hasta 20 Unidades Nefelométricas (cuando el agua potable no puede pasar de 5
UN); el color, que llegó a 1.000 unidades platino cobalto (cuando se permiten
15 unidades); y la presencia de coliformes heces fecales, que en 14 de los 86
meses que analizaron tuvieron valores máximos superiores a los 1.600 por cada
100 mililitros, cuando se considera como valores moderados los que están por
debajo de los 200 por cada 100 mililitros (ver infografía).
El verdor del embalse tiene
una razón clara: la materia orgánica que recibe funciona como fertilizante y
promueve el crecimiento de algas microscópicas y macroscópicas. A este proceso
se le llama eutrofización.
José María de Viana, ex
presidente de Hidrocapital, explica que la transparencia del agua permite la
entrada de los rayos solares y por lo tanto la oxigenación a través de la
fotosíntesis de las plantas: “En un cuerpo eutrófico, la alta cantidad de
organismos microscópicos impiden que pase la luz solar y la parte inferior del
embalse comienza a quedarse sin oxígeno. Hay un montón de vida en el fondo que
se muere”.
El tablero principal de la
Planta de Caujarito está obsoleto. Algunas de sus funciones dejaron de servir.
Foto: Diagnóstico de las plantas mayores de potabilización.
Obsolescencia
La planta de tratamiento de
Caujarito, con las grandes deficiencias que describen en el documento, intenta
enmendar la desmejora de la materia prima que proviene de Camatagua y que
afecta directamente la calidad del producto que sale de la planta.
La Ley de Aguas y las Normas
Sanitarias de Calidad del Agua Potable están en la lista de regulaciones
venezolanas que no se respetan totalmente. El capítulo nacional del libro
Desafíos del Agua Urbana, que la Red Interamericana de Academias de Ciencias
publicó en 2015, revela que la normativa de calidad solo se cumple entre 85%
para agua solo clorada, y hasta 91% para agua con tratamiento convencional.
Según la empresa medioambiental canadiense WSP, la cobertura de tratamiento de
aguas residuales apenas llegaba a 20,2%. Esto dificulta el trabajo de las
plantas de tratamiento, que están preparadas para atender aguas crudas sensiblemente
mejores.
El tiempo parece haberse
detenido en la planta de tratamiento de Caujarito, Alejo Zuloaga, ubicada en la
carretera nacional La Raiza, en los Valles del Tuy. Apenas al entrar al
edificio principal hay unas estanterías azules con tableros que recuerdan a la
primera generación de computadoras fabricadas en la década de 1950. Los equipos
viejos no escaparon a los ojos de los asesores extranjeros. Indican que el
tablero principal posee elementos fuera de servicio porque llegaron al fin de
su vida útil, al igual que el resto de tableros que hay en la planta.
La potabilización en las
plantas convencionales sigue un proceso de múltiples pasos. Primero, la
floculación, para agrandar las partículas y hacerlas lo suficientemente pesadas
para que luego, en la sedimentación, los elementos en suspensión se precipiten.
A ello le sigue la clarificación, filtración y desinfección.
La obsolescencia de
Caujarito está reflejada en el documento que la empresa consultora entregó a
Hidroven y a la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina. Los equipos,
aseguran, no están automatizados y todos los procesos, como el lavado de
filtros, se realizan de forma manual. Tampoco pueden medir los parámetros del
agua que entra o sale de la planta en tiempo real.
“La información más
relevante es recogida manualmente en una planilla, previa inspección visual y
local de un operario”, indican en el informe. La empresa tiene dificultades “en
el cumplimiento de los siguientes parámetros: turbiedad, color, hierro y
manganeso” debido al empeoramiento del agua que recibe del embalse y a las
“averías y deterioros de algunos equipos e instalaciones”.
Luego de ser tratada, la
turbiedad del agua alcanza 8,5 NTU, superando por
3,5 NTU el límite
establecido por las normas sanitarias de calidad; el color, hasta 25 U. Pt.Co,
10 unidades por encima; el hierro hasta 0,56 mg/L cuando el límite es 0,3 mg/L;
y el cloro residual, que se usa para que el agua llegue en perfecto estado al
hogar luego de atravesar el sistema, alcanza los 2,75 mg/L cuando el límite es
de 1,0 mg/L y hasta 3,0 mg/L en casos “extremadamente excepcionales”, según
ordena el reglamento. La demanda de cloro, además de ser muy alta, es imposible
de saciar pues las instalaciones existentes son insuficientes.
“En el contexto del proceso (de
potabilización) se generan problemas de formación de natas, en mezcla lenta,
disminución de la eficiencia de filtración, y, en definitiva, problemas de
calidad en el agua tratada”, advierten los analistas.
El problema con esos
valores, dice De Viana, es que no hace falta que en promedio hayan sido
elevados. “La gente no se toma el promedio del agua que recibe en un mes, con
que haya un momento del día en el que hayan recibido un agua mala es
suficiente. Por eso la calidad del agua es un asunto de salud pública”, opina
el experto.
Inversión insuficiente
Los ingenieros de la
consultora recomendaron agregar un proceso adicional de tratamiento para
mejorar la calidad del agua procesada. Esto podría lograrse a través de
procesos de preoxidación con dióxido de cloro o con ozono.
“El tratamiento mediante
dióxido de cloro aporta un gran poder oxidante, alguicida y bactericida,
elimina el color y controla olores y sabores. El tratamiento de ozonización
permite la eliminación de compuestos tanto orgánicos como inorgánicos
reduciéndose olores, colores, sabores y turbiedad del agua”, explican. Para
estas renovaciones, sería necesario ampliar la potencia de los transformadores
que dan electricidad a Caujarito.
Con prioridades establecidas
por urgencia de reparación, presentaron un presupuesto que incluyó refacciones
de infraestructura, electricidad, laboratorios, procesos y actualización de la
planta. La opción de agregar dióxido de cloro habría costado 36.695.569 euros,
y la del ozono habría ascendido a 51.332.463 euros, ambas inversiones se
traducirían hoy en 26.526.859.874 bolívares y 371.077.241.178 bolívares
respectivamente, a tasa Dicom de 722,89 bolívares por euro. Finalmente el
contrato no se realizó.
Es un misterio que aún no
aclaran las autoridades venezolanas si alguno de los consejos de la empresa
consultora fue tomado en cuenta y ejecutado. El 26 de febrero de este año,
Evelyn Vásquez, presidente de Hidrocapital, aseguró en un recorrido por la
planta que se invertirían 171 millones de bolívares para optimizar las unidades
de tratamiento de Caujarito. Aunque no especificó los trabajos que se
realizarían, el monto corresponde al 0,046% de lo que planteaban los expertos
extranjeros como necesario para mejorar la calidad del agua.
En ese mismo acto, Elías
Jaua, diputado de la Asamblea Nacional, dijo que la planta tenía una capacidad
instalada de hasta 13.000 litros por segundo de los que apenas se trataban
10.000 litros por segundo como consecuencia de la sequía. Cuatro años antes, y
sin la presencia del fenómeno El Niño que ha cargado a cuestas los males
hidroeléctricos de 2016, la empresa consultora advertía que “problemas
hidráulicos” habían disminuido la capacidad inicial de 15.000 litros por
segundo a 13.000 litros por segundo.
Tampoco la Memoria y Cuenta
del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas da muchos detalles. Se limitan a
informar que la “rehabilitación y optimización de las plantas mayores de
potabilización de Venezuela” recibió un presupuesto de 563.721.905 bolívares y
se logró 38% de avance en la obra, al menos más que el 3% que se había
conseguido en 2014.
El norte
Sea cual sea la solución que
se tome para mejorar la calidad del agua que se recibe en Caracas y en más de
la mitad de los Valles del Tuy, no arrojará resultados inmediatos.
“El ozono es bueno y mejor
que el cloro, desde el punto de vista de eliminación de virus. El problema es
que es más costoso y hay que producirlo en el sitio y en el momento”, aclara
Griselda Ferrara, ingeniero químico especialista en calidad del agua de la
Universidad Central de Venezuela. Ernesto González, jefe del laboratorio de
Limnología de la UCV, apunta a un tratamiento primario que ataque el mal estado
del embalse de Camatagua. “Hay que mejorar el tratamiento de las aguas servidas
para que no lleguen directamente al río y deriven luego al embalse, y hay que
culminar las obras del sistema de riego porque podríamos utilizarlo como filtro
biológico por donde pase el agua antes de ir a la planta de tratamiento y que
retenga todos los organismos vegetales. Por otro lado, hay que proteger la
cuenca, reforestarla y prohibir el vertido de aguas contaminadas”.
Mientras tanto, para
protegerse en casa, Arnoldo Gabaldón, primer ministro de Ambiente de Venezuela,
ofrece dos opciones: filtrar y hervir el agua que se recibe por más de 10
minutos sin agregarle cloro para eliminar los posibles patógenos que
contenga, o comprar agua a las embotelladoras, aunque admite que no todas están
sometidas a control de calidad.
A pesar de que el gobierno
nacional aseguró a las Naciones Unidas que 90% de la población tiene acceso al
agua potable, la Encuesta Condiciones de Vida de 2014 arrojó que 39,8% de los
hogares venezolanos tiene servicio discontinuo o no tiene. A eso se suman los
racionamientos planificados desde el año pasado. La cantidad de días que el
agua está encerrada en las tuberías contribuye a la descomposición de la
materia orgánica que arrastra, lo que produce olor a huevos podridos cuando
finalmente es liberada. Además, las tuberías viejas que no tienen el
mantenimiento adecuado liberan óxido que también se asoma cuando se abre el
grifo.
Sin respuesta oficial
Desde el 7 de enero, un día
después de que el presidente Nicolás Maduro nombrara a los nuevos ministros de
su gabinete, El Nacional ha intentado comunicarse con Ernesto Paiva, ex
presidente de Hidrocapital y actual ministro de Ecosocialismo y Aguas. No ha
habido respuesta a ninguna de las solicitudes hechas por correo electrónico, a
peticiones a su departamento de prensa, ni a las llamadas realizadas
directamente a su teléfono celular. La última vez que se tuvo contacto con
Paiva, en diciembre de 2015, dijo: “No le doy declaraciones a ese periódico”.
En la planta de Caujarito,
ubicada en los Valles del Tuy, se negaron a explicar el proceso de
potabilización del agua que allí realizan. “No podemos dar información sin
autorización de Hidrocapital o del ministerio. Busque en Google “procesamiento
ordinario del agua” y eso es lo que hacemos aquí”, dijo una trabajadora.
Medida cautelar para
procurar información veraz
El 21 de marzo de 2012, el
Tribunal 25º de Control del Área Metropolitana de Caracas dictó una medida
cautelar innominada que exige a los medios de comunicación nacionales y
regionales impresos, digitales, radiales y televisivos que actúen con “extrema
responsabilidad” en la difusión de trabajos relacionados con presunta
contaminación del agua. Además, se establece que cualquier información debe
tener “debido soporte técnico veraz avalado por un organismo competente”. La
orden se emitió tras una serie de publicaciones en las que se denunciaba la
crisis de agua potable en el estado Monagas por un derrame de petróleo en el
río Guarapiche y otras en las que ciudadanos reclamaban el mal estado del agua
que recibían en Caracas, Valencia y Maracay, hechos que serían investigados
aunque no se conocieron resultados de los estudios.
07-08-16
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