VLADIMIRO MUJICA 20 de agosto de 2016
Mahatma
Gandhi escogió la poderosa y sugestiva palabra en sánscrito “satyagraha”, que
traducida libremente significa “aferrado a la verdad”, para designar el
concepto que le sirve de fundamento a su doctrina de resistencia civil,
determinada y no violenta al mal. De acuerdo a esta filosofía, sus seguidores o
“satyagrahis” alcanzan la percepción correcta de la naturaleza del mal
practicando la no violencia de la mente, buscando la verdad en un espíritu de
paz y amor, y llevando a cabo un riguroso proceso de examen interno. El satyagraha de Gandhi fue un instrumento
muy importante en la lucha contra el imperialismo británico en la India, y sus
ideas de la resistencia no violenta han sido fuente privilegiada de inspiración
a luchas de protesta en muchos países, notablemente el movimiento por los
derechos civiles en los Estados Unidos y las movilizaciones civiles contra la
tiranía de Milosevic en Serbia.
Probablemente
la primera acción concreta dirigida por Gandhi basada en la idea de la
resistencia no violenta fue la denominada Marcha de la Sal entre Marzo y Abril
de 1930. Para la época, Inglaterra había promulgado las Leyes de la Sal, que
establecían la prohibición para los indios de producir sal por el método
tradicional a partir del agua de mar. Gandhi propuso desafiar esa ley
organizando una marcha desde su retiro religioso en Sabermanti, hasta el pueblo
costero de Dandi, a unos 350 kms de distancia, para producir sal marina sin
pagar el oneroso impuesto exigido por la ley inglesa. El resultado fue el
primer episodio fundamental de desobediencia civil masiva, y el mismo llevó a
la policía a reprimir salvajemente manifestaciones pacíficas y a detener a más
de 60.000 personas, entre ellas al propio Gandhi. También significó la exposición
pública de la injusticia de la Leyes de la Sal, además de mostrar la brutalidad
policial y, en definitiva, marcó el comienzo del fin del dominio británico en
la India.
En
Venezuela, el 1 de septiembre de 2016, dentro de poco menos de dos semanas, es
una fecha que podría marcar el comienzo del fin para el oprobioso régimen de
Nicolás Maduro. La Marcha Sobre Caracas, convocada por las fuerzas de la
oposición democrática agrupadas en la MUD sobre los principios de la no
violencia y en estricto apego a la Constitución Nacional, puede convertirse en
el punto de partida de una dinámica que termine por obligar a la oligarquía
chavista , y especialmente al CNE, a cumplir con la ley de la nación y adoptar
los pasos necesarios para convocar al RR en 2016.
El
paralelismo entre la Marcha de la Sal en la India de 1930 con la Marcha Sobre
Caracas, en la Venezuela de 2016 no es ni ocioso ni vacuo. En ambos casos se
trata del mal como ejercicio de gobierno, en la India por una fuerza de
ocupación colonial y en Venezuela por una oligarquía militar-civil que ha
traicionado todo su ideario político para enquistarse en el poder e imponerle
su gobierno a sangre, hambre, fuego y dolor a los venezolanos, como si les
asistiera un derecho divino.
La
resistencia ciudadana, bajo los preceptos de la no violencia, ha demostrado ser
una poderosa herramienta en contra de dictaduras y regímenes que se creían
todopoderosos e invencibles. La exigencia de la MUD y el pueblo venezolano es
muy clara: que se despejen las trabas y obstáculos impuestos por el CNE para el
ejercicio de un derecho constitucional que la oligarquía chavista insiste en
confiscar por la simple razón de que se sabe minoría.
Más
allá de las penosas y humillantes noticias sobre nuestro país que inundan los
medios de comunicación de todo el mundo y que nos presentan como una nación
moribunda, víctima de la catástrofe de un Estado fallido y corrupto, está la
decisión de un pueblo de marchar en paz pero con determinación contra el
gobierno del mal. Venezuela no necesita la lástima del mundo, sino más bien la
comprensión de que lo que está ocurriendo en nuestra tierra puede ocurrir en
cualquier otra parte del mundo cuando se juntan los errores del liderazgo
nacional con la aparición de un líder carismático que termina por interpretar
los miedos, aprensiones y resentimientos de la gente en un movimiento político
destructivo y populista. Esa compresión unida al ejercicio del deber de
respaldar la libertad y la democracia que les impone a todas las naciones
democráticas del mundo el derecho y los tratados internacionales.
Venezuela
tiene hoy una poderosa inspiración en la gesta de Gandhi de hace casi un siglo.
Por caminos tortuosos y difíciles, sorteando incontables obstáculos internos,
en buena parte producto de nuestras propias debilidades culturales, y la brutal
y cínica conducta de un gobierno que no vacila en reprimir salvajemente a su
pueblo, las fuerzas democráticas parecen
aproximarse finalmente al equilibrio dorado entre elecciones y calle. Un
balance donde ambos elementos fundamentales de la política de resistencia
ciudadana se potencian mutuamente. La Marcha de la Sal, gravita como un ejemplo
poderoso a emular en estos tiempos oscuros y de coraje ciudadano.
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