Por Luis Pedro España
Al parecer la verificación
última para determinar si un país es o no democrático pasa por la verificación
del hecho explícito y originario de las elecciones. Todas las luchas por los
derechos civiles y políticos parecen que no han avanzado, en términos
prácticos, en ningún otro sentido. Los Estados son democráticos cuando hay
elecciones, importando poco sobre el resto de los asuntos que se suponen son la
sustancia de la democracia y, lo más importante, su desarrollo y perfeccionamiento.
En pocas cuentas un gobierno
puede perseguir a la oposición y hostigarla, reprimir a sus ciudadanos,
desconocer abierta y repetidamente autoridades electas que no son del partido
oficialista y hasta literalmente mandar al carajo la amplísima mayoría
parlamentaria que obtuvo las dos terceras partes de la Asamblea Nacional, con
el único, autoritario y democráticamente inaceptable argumento de que esa
mayoría es coyuntural, pasajera, accidental, producto de una calentera que
tiene el pueblo por el detallito del desabastecimiento y las colas,pero que con
el tiempo, la propaganda y los chantajes, se les pasará. En una palabra que esa
Asamblea es una equivocación, porque, como les enseñó el totalitarismo
comunista en el que militan, el pueblo se equivoca, a menos que les dé la razón
a ellos.
El asunto está en que sí por
alguna eventualidad, por ejemplo una disposición constitucional, está previsto
que se convoquen alguna elección ordinaria, como de gobernadores (2016), de
alcaldes (2017) o de presidente (2018) y el pueblo sigue con esa malacrianza
empeñado en no darle la razón al gobierno, entonces ¿qué hacemos? Desconocemos
las elecciones y de una vez por todas el gobierno y los militares se descubre
ante el mundo.
Pues sí, amigo lector,
estamos justo en ese trance. La novela del referéndum revocatorio, con las
truculencias administrativas, no son más que formalismos para desconocer la
voluntad popular, es la película adelantada de un futuro donde las elecciones,
de lo que sea, serán pospuestas hasta que el pueblo recupere la razón.
Este año es difícil que
convoquen elecciones regionales. Los gobernadores oficialistas en su
inmensísima mayoría perderían sus puestos si por alguna razón hay elecciones
este año. Ellos, como parte de la lógica totalitaria que los asiste, tampoco
quieren ir a elecciones. Su impopularidad no es por su causa, se dirán, sino
como consecuencia del gobierno nacional, el cual, para remate, no se quiere
contar en el revocatorio. Así las cosas, si no hay elecciones de gobernadores, y
como seguramente ocurrirá el pueblo seguirá aborreciendo a quienes nos han
condenado al hambre y el atraso, entonces tampoco habrá ninguna otra elección.
Estamos cerca de perder la
última careta. Pero no por ello los civiles y demócratas del país vamos a dejar
de apostar por lo único que tenemos, por nuestra única arma de lucha, por el
voto. Por ahora simplemente el gobierno no hace sino llenarse de excusas para
poder seguir corriendo la arruga electoral. Espera que nos cansemos de ser
democráticos, para entonces, ahora sí, acabar con la voluntad del equivocado
pueblo.
Es por ello que los
venezolanos que hoy luchan por el referéndum revocatorio deberían darse cuenta
que no sólo están luchando para acabar con este régimen de penurias que nos
agobian, sino que están adelantándose a una pelea que si no la dan hoy tendrán
que planteársela en 2018, cuando un gobierno huraño, más militarista y
arrinconado por todo el mundo libre y civilizado, siga buscando canallas
constitucionalistas y funcionarios inmorales que les dé justificaciones para
defenderlos de la sinrazón del pueblo.
04-08-16
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