Alexander Cambero 03 de julio de 2017
@alecambero
Un
militar es un ciudadano con distintas prerrogativas al común de la gente; su
actividad se circunscribe a reguardar
la
soberanía nacional, poniendo énfasis en la seguridad y defensa que debe tener
el estado como factor preponderante de una sociedad. Su área de influencia no
los excluye del mundo que los rodea. Padecen los mismos inconvenientes que
todos soportamos. Es lógico que sufran, fundamentalmente los de menor rango, de
todas las peripecias que tenemos que hacer quienes vivimos en las fauces de una
dictadura del peor talante. Tienen que guardar obediencia al estar
comprometidos con la orden impartida, es una cadena de mando que no se detiene
en análisis profundo: el soldado tiene que hacer cumplir la directriz que le
indican. El orden jerárquico emana desde la posición cimera hasta llegar a los
niveles más bajos, así se inició la organización del primer batallón en armas
hasta nuestros días. Han cambiando los mecanismos especializados de las
conflagraciones frente a los enemigos. Las lanzas iniciales que bautizaron los
combates, hoy son exclusividad de remotas tribus en el África meridional o en
las anécdotas que se cuelgan del cuello de la noche de los tiempos. Hoy la
tecnología militar puede combatir con prototipos que simulan una gran sala de
video juegos. Se ataca con un interruptor en aviones sin tripulantes, satélites
fantasmas que ubican posiciones mientras las armas disuasivas hacen su parte en
el ajedrez geopolítico. Es la dialéctica del combate contemporáneo que antepone
principios tecnológicos arriesgando el mínimo de vidas.
¿Estará
primero seguir las órdenes de un presidente que actúa inconstitucionalmente
para masacrar al pueblo, y su Carta Magna, o a quién es víctima del atropello
diario? Es una pregunta en la cabeza de una nación al sentir que sus Fuerzas
Armadas se han convertido en coparticipes de un régimen totalitario. Su
accionar para reprimir a las protestas tiene el sello de la desproporción, sus
excesos y poco apego a la cordura; han contribuido con este clima que ya
colecciona más de ochenta asesinados. Su
descredito crece al estar asociados con grupos hamponiles que utilizan la
protección gubernamental, para realizar acciones vandálicas en desmedro de
nuestros honestos comerciantes. Un verdadero arsenal de abusos de efectivos de
la Guardia Nacional en contra de los desarmados manifestantes, abunda en las
redes sociales, son incontables las pruebas fehacientes de la escalada de los
grupos represores, que violando todo el estamento jurídico, invade propiedades,
dispara a mansalva y lanza gases lacrimógenos en adyacencias de escuelas y
centros hospitalarios. ¿Seguirá la Fuerza Armada manchando su honor con la
sangre inocente de nuestro pueblo? Han disparado contra jóvenes con escudos de
cartón, mujeres de distinta edad y condición social saben lo que significa la
represión gubernamental. Inclusive honorables ciudadanos de la tercera edad han
recibido su ración de patria. Otro ingrediente en la degradación de la elite
castrense acusada de vínculos con el narcotráfico internacional, son muchos los
jerarcas militares investigados por andar en nexos con el comercio ilícito del narcótico. Su vida de esplendor riñe con la pobreza de sus
mandos. Se han erigido en potentados, son los nuevos ricos que militan en la
morbosidad del gobierno.
Desde
los regimientos seguramente debe sentirse la pesadilla venezolana. La mayoría
provienen de hogares humildes, seguramente muchos de esos núcleos familiares
viven la crisis nacional. Sus hijos o familiares cercanos deben andar entre las
protestas diarias, quizás, sin saberlo, han apuntado a algún miembro de su
sangre. La desbordada crisis nacional hizo metástasis en la realidad del venezolano llevándolo a la desesperación.
Muchos hurgan en la basura tratando de paliar su hambre. Son innumerables los
casos de ciudadanos que corren el riesgo de morir o fallecieron por falta de medicinas.
Las empresas nacionales pasan por el peor momento de su historia; al igual que
la cruda realidad de nuestros productores arruinados y sin insumos para
producir. Una galopante corrupción gubernamental termina alimentando todo este
fracaso que nos ha conducido al abismo.¿ Por qué los militares no escuchan la
voz de un pueblo humillado? ¿Por qué salen a combatir a jóvenes de escudos de
cartón, mientras les disparan en compañía de grupos hamponiles, que en su
presencia han saqueado comercios?
Siempre
el uniforme militar representó un gran prestigio. En el barrio había regocijo
cuando llegaba un hijo del sector a visitar a su familia, hoy el profundo
desprecio los invita a vestirse de civil, haber perdido el rumbo los hace
aparecer como aliados de la dictadura…
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