Todos nosotros pasamos por momentos
mejores y peores. Como humanos es fácil que nos encontremos de repente, sin
fuerzas, faltos de motivación e incluso tristes. La melancolía nos atrapa con
facilidad. ¿Para qué luchar cuando nada parece tener sentido?
Somos como pequeñas velas cuya llama es
inestable y cualquier soplo puede apagar. Nuestra fragilidad no sólo es física.
La psicología es un elemento importante en nuestro comportamiento. Esto lo sabe
el enemigo perfectamente, por lo que procura hacernos sufrir a partir de
nuestras propias limitaciones y deficiencias.
Si la simiente es buena, si las obras
son buenas, ¿cuál es el motivo de las lágrimas, si Dios ama al que da con
alegría? #SanAgustin (Sermón 31,1).
¿Cuál es el motivo de nuestras lágrimas?
Muchas veces la tristeza nos arrolla y deja sin fuerzas. En esos momentos
perdemos la noción del amor de Dios. Nos alejamos de Él sin darnos cuenta,
perdiendo todo el sentido de lo que somos hacia donde vamos. Lo que hacemos
parece que es intrascendente y que a nadie importa.
Es curioso, pero toda buena obra es una
semilla de bien plantamos para el futuro. Es un trocito de la Gracia de Dios
que regalamos para el momento oportuno. Todo lo que hacemos tiene influencia en
nuestro entorno. Recibir a una persona con una sonrisa es diferente a ignorar
su presencia. Dar la mano a alguien que la necesita, es sumamente trascendente
para quienes nos rodean. Cada cosa que hacemos puede ser un reflejo de la luz
de Dios o oscuridad, penumbra, sombra que no llega concretarse en nada. Ese es
el peligro, quedarnos en la penumbra, en la sombra que busca ocultase a los
demás.
“Dios ama al que da con alegría” y el
amor de Dios es nuestro sentido. No cabe la tristeza y la melancolía, sino la
donación de nosotros mismos a los demás. Vaciándonos de nosotros, nos llenamos
de Dios y comunicamos a Dios a los demás.
¿Por qué el mundo es cada vez más
indiferente a las personas? Porque olvidamos poner a Dios en nuestra vida y
comunicarlo a los demás. Olvidamos la alegría de quien da sin esperar nada a
cambio.
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