Por José Domingo Blanco, 15/01/2016
Retomo la escritura, luego del receso navideño; pero, hoy quiero
hacerlo compartiendo con ustedes lo que, a mi juicio, son las múltiples causas
que están provocando el derrumbe del régimen chavista. Porque, aunque a algunos
les parezca precipitado calificar la derrota del chavismo el 6D de esa manera,
lo que ocurrió el día de las elecciones, no fue más que el principio de un
desenlace anunciado: este régimen se desmorona gracias, entre otras cosas, al
vacío moral de los sectores dirigentes del país durante estos 17 años.
Este resquebrajamiento tenía que producirse, porque en los ciudadanos
también se produjo el resquebrajamiento de algo que siempre lo ha definido: la
voluntad de justicia. Este régimen, que llegó al poder ofreciendo justicia
social, igualdad de condiciones y la inclusión de los olvidados, falló en sus
promesas para satisfacer sus ambiciones y compensar su propia sed de revancha.
Cuando se habla de Estado, sociedad, libertad, no se puede dejar de lado la
voluntad de justicia. Y eso, a mi modo de ver, es una de las causas del
derrumbe de este modelo fracasado. Y ese ciudadano, incluso el que alguna vez
apoyó al chavismo, decidió no seguir acompañándolo más.
Cuando se hace caso omiso a las exigencias éticas y espirituales, la
dirigencia que ostenta el poder tiende a disociarse porque se pone de espalda a
la moral de la política. Maduro y la patota de locos -como lo calificó una vez
uno de los “próceres” de este desgobierno- prácticamente redujeron los
estamentos democráticos a términos esencialmente instrumentales. Sólo una
fachada. Lo que debería considerarse siempre como un aspecto principista de
toda democracia moderna, que es como el estandarte de la vida pública nacional,
terminó convertido en un relajo; relajando, en consecuencia, la conciencia
moral y política de toda la sociedad. Los grupetes dirigentes chavistas
corrompieron todo resquicio de libertad, y el ciudadano común, ¡por fin! comenzó
a darse cuenta de que esos dirigentes de pacotilla no tenían el más mínimo
ápice de autoridad política y moral. Y eso, en corto tiempo -aun cuando para
otros pareciera una eternidad- es lo que propició lo que se está evidenciando
ahora: el patético derrumbe del modelo chavista en la conciencia ciudadana. Por
eso la derrota del chavismo en las elecciones del 6D.
¿Habremos aprendido la lección? A veces percibo que, con los recientes
sucesos -después del 6D hasta la fecha- pareciera que los actores principales
de los partidos políticos, todos en general, siguen confundiendo el poder con
la necesidad de justicia. Es evidente, y un ejemplo de ello es la anterior
Asamblea: el chavismo “burdelizó” su forma de organización. Se vició de
trabajar sin virtudes. Allí lo que había era una gran mezcolanza y confusión
entre escasas leyes hipócritas al servicio de los intereses dominantes y
gobierneros.
Definitivamente, estamos en presencia del inicio de la desintegración
del modelo chavista. Una ideología sin bases ni fundamentos, que la misma
población pudiera catalogar como el más grave accidente político en la historia
nacional. Chávez, como actor principal, logró la sumisión intelectual y moral
que condujo a lo que presenciamos hoy: toda una pléyade de mediocres, que han
entregado su conciencia política a los más bajos intereses.
El modelo chavista tenía que aterrizar aquí, en el punto donde se
encuentra en este momento, por su improvisación, por su relajo, por su
desprecio a lo legal, por su corrupción, por la impunidad con la que favorece
al que delinque, por la manera como se apropia del dinero de la cosa pública y
por sus relaciones perversas con personajes repugnantes e infames de la
política internacional… Y, muy probablemente, me falte enumerar muchas razones
más por las que el ciudadano común decidió decirle ¡hasta aquí! a este régimen.
Soy de los que piensa que este quiebre, ese desmoronamiento, el
derrumbe del chavismo parte de su propia fundación, porque este modelo se
erigió de la implosión de lo que significa el orden de los derechos humanos.
Nada bueno podía salir de allí. Sin embargo, tengo que reconocer que el
chavismo no fue un hecho fortuito, producto del azar. Quizá, accidental; pero,
surgió por el quiebre moral de quienes le precedieron. Chávez, sin embargo,
repitió la historia, con su propio aporte: magnificó y multiplicó todos los
defectos y errores cometidos en los gobiernos de sus antecesores. Es el
artífice que potenció el desastre y la corrupción que había ofrecido acabar.
A esto sumémosle el pobre intelecto de Maduro, que lo hace incapaz de
continuar a la perfección el aspecto degradante, la malignidad, la violencia,
el permanente estilo conspirativo, insurreccional que muy hábilmente manejaba
Chávez. Entonces, se hace obvio: este ciclo tiene que cerrarse. Hay hechos que
comienzan a evidenciar que vamos en esa dirección porque ya hay demasiada
impotencia moral y política en el Psuv y sus cómplices. Ya no pueden avanzar
más con tanta degeneración espiritual y moral. Y la misma sociedad hoy es consciente
de algo que es clave en democracia: la responsabilidad ética se debe restaurar.
No vendiendo la Patria como se ha pretendido hasta ahora. No destruyendo lo
bueno y productivo que tenía el país, sino con cambio de gobierno y de modelo,
con reformas administrativas, con verdaderas propuestas legales, saliéndole al
paso, constitucionalmente, a posibles golpes de Estado, violencia y desordenes
civiles que, en su momento, fueron el caldo de cultivo que dio origen al
chavismo.
Estos daños actuales solo se podrán subsanar con ese cambio de
consciencia que ya comenzó. Con la transformación de todo lo ético, que trate
de resucitar la voluntad de justicia del colectivo; pero, muy especialmente, la
de nuestros estamentos superiores de la nueva dirigencia nacional que tiene que
surgir, eso sí, con modernización y gerencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico