Por José Guerra
En esta época de trazar
escenarios para el año nuevo, hay aspectos que están claramente definidos y
otros, menos claros, que son los grandes imponderables. Algo que está cantado
es el desenlace en materia económica: en 2016 el absurdo modelo de controles llega
a su fin, simplemente la maquinita de fabricar boliburgueses ya no da más. Si
comparamos la situación actual con el panorama existente hace justo un año,
cuando Maduro se aprestaba para irse de gira en busca de un milagro
, son muchas
las incógnitas que se han despejado: se impuso la estrategia saudí de no
recortar la producción petrolera de la OPEP, se concretó el regreso de Irán al
mercado petrolero luego de firmar el histórico pacto con Occidente, los
productores marginales de petróleo resultaron más resistentes de lo previsto,
la Reserva Federal de los EE.UU. puso fin a la época de cero tasas de interés,
las potencias mundiales llegaron a un acuerdo para contener la crisis en Siria
y, por si quedaba alguna duda, se confirmó que China no presta dinero para
cubrir crisis de balanza de pagos. Así que, en cuanto a nuestras restricciones
externas, ya no caben los hipotéticos ni los condicionales: simplemente el
flujo de ingresos petroleros no cubrirá las necesidades de financiamiento
en 2016 y con el actual modelo de controles Venezuela no podrá cumplir
sus compromisos de deuda. Se trancó el serrucho.
Algo que también está cantado
es la respuesta del gobierno frente a la crisis: en 2016 Maduro continuará con
su estrategia de endurecer aún más el absurdo modelo de controles y atizar la
confrontación. Como todos los años, siempre habrá un pequeño ajuste cambiario
aquí, un disimulado recorte de gastos allá, una “refrescamiento” de algunos
precios más allá, pero ninguna rectificación de fondo. Mientras tanto, al son
de la rayada “guerra económica mix”, tratará infructuosamente de endilgarle a
la oposición las inevitables consecuencias de endurecer los controles. Todo
indica que la estrategia económica de Maduro responde estrictamente a su
estrategia política y que esta última, lamentablemente, va en piloto
automático. Así, este año Maduro responderá con el plan trazado antes del 6D,
cuando pensaban que la MUD solo obtendría la mayoría simple, y que consiste en
desconocer el resultado electoral, desempolvar el tinglado comunal y, al grito
de “déjenlo trabajar”, achacarle a la nueva Asamblea Nacional el previsible
deterioro en las condiciones de vida, buscando que la expectativa de cambio se
transforme en desmovilización. Una estrategia fallida, que no contaba con el
detallito que la MUD se alzara con la mayoría calificada. Por ello se inventan
a último momento unas impugnaciones espurias, tratando inútilmente que la
realidad se amolde a la estrategia predefinida, en lugar de reevaluar la
situación y adaptarse.
En cualquier escenario, la
respuesta de la alternativa democrática también es clara: evitar el
inmovilismo, propiciar el cambio y la reconciliación, mantenerse en el cauce
constitucional, pacífico y electoral. Ante un panorama que pareciera
predeterminado, llegamos a los dos grandes imponderables del 2016: ¿hasta dónde
llega la paciencia de la muy golpeada ciudadanía que clama por soluciones?,
¿hay algún grado de autonomía en las bases chavistas que saben que se requiere
una rectificación? Lo que se pueda decir al respecto es bastante especulativo,
pero dependiendo de la respuesta se sabrá con qué velocidad llegamos al
inevitable desenlace.
03-01-16
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