M. A. BASTENIER 16 de agosto de 2016
El
enfrentamiento entre la Asamblea Nacional, que domina la oposición, y el
Gobierno chavista, se ha concretado en lo que parece una pugna decisiva: la
celebración del referéndum revocatorio contra el presidente Maduro. Y ante ello
ambas partes actúan como si el desenlace estuviera aún por escribir, cuando
nadie ignora que el Gobierno no va a consentir que haya referéndum antes del 10
de enero de 2017.
Esa
fecha es un parteaguas. Si la consulta tuviera lugar con anterioridad y lo
perdiese el poder deberían celebrarse elecciones presidenciales que, si
atendemos a la machacona insistencia de los sondeos, pondría en graves
dificultades al chavismo; pero si se demora más allá de esa fecha permitiría
nombrar a un vicepresidente afecto para completar mandato hasta 2019, con lo
que el sistema bolivariano habría ganado un tiempo con que recomponerse.
¿Por
qué el movimiento que fundó el desaparecido Hugo Chávez hace 17 años ha perdido
gran parte de su apoyo popular?: la cotización del crudo ha caído
estrepitosamente, con lo que Caracas no puede seguir dispensando su proverbial
largueza asistencial; la escasísima profesionalidad de la dirigencia, que no
para de crear nuevos aparatos de gobierno, como en julio pasado la Gran Misión
de Abastecimiento Soberano y Seguro, diríase que esperando que la palabra pueda
saciar al hambriento y curar al doliente; y como telón de fondo el FMI que
proyecta una inflación para este año de 480% contra 121 en 2015, y el dólar
frisa los 650 bolívares con una devaluación del 68% desde marzo.
Maduro
atribuye tanta calamidad a una ‘guerra económica’ que le libra la plutocracia
internacional y para combatirla ha entregado el poder al Ejército, nombrando al
general Vladimir Padrino López jefe de la operación mencionada, con autoridad
por encima de cualquier ministro. El militar es hoy copresidente de facto o
hasta líder supremo a la espera de acontecimientos. Y como hay militares en
retiro que se muestran críticos desde posiciones de un chavismo de ‘camisa
vieja’, el presidente pretende asegurar al menos que no haya ruido de sables.
‘Guerra económica`, efectivamente, puede haberla, como apunta el hecho de que
el Citibank norteamericano haya cerrado la cuenta del Estado venezolano para
pagos exteriores, pero tan solo es la que libraría el capitalismo a un
insolvente que, de paso, amenazara con un día ponérsele en contra.
Todo
ello sugiere, según expertos no necesariamente estipendiados de Washington, a
un continuismo con o sin Maduro. En el primer caso se especula con que pudiera
nombrar vicepresidente a su esposa, la Primera Combatiente, para seguir, así,
figurando en la ecuación, y en el segundo, habría relevo con entorchados en la
persona del propio Padrino López o el capitán en la reserva Diosdado Cabello.
La gran pregunta es si Maduro es biodegradable.
En las
legislativas del pasado 6 de diciembre el chavismo obtuvo el 40% de los votos,
lo que subraya el gran atractivo que aún tiene el sistema, por lo que el
presidente no da el referéndum por perdido. Pero lo que las partes saben es que
el bolivarianismo no está dispuesto a dejar el poder en 2017.
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