MIGUEL BAHACHILLE 15 de agosto de 2016
Indultado
por el presidente Rafael Caldera (Mar-94) por el Golpe de Estado de 1992,
Chávez propicia una intensa campaña abstencionista contra cualquier elección
democrática ulterior a su sobreseimiento tratando de demostrar que el país
estaba disconforme con todo el sistema político, económico y social de
entonces. La merma del apoyo popular a los partidos tradicionales (AD y COPEI)
influyó para que Luis Miquilena y José Vicente Rangel persuadieranal jefe golpista
de participar democráticamente como candidato a la presidencia de la República
en la elección a celebrase en 1998.
El
resto de la historia es sobradamente conocida. Chávez como candidato por el MVR
recorría el país explicando su proyecto político hincado en la convocatoria de
una Asamblea Nacional Constituyente que “refunde la república”. En su campaña
electoral insiste en parafrasear una oración de signo populista extraída del
indulgente discurso de Rafael Caldera en el Congreso de entonces ante su golpe
de Estado. “No se le puede pedir al pueblo que defienda la democracia cuando
tiene hambre”. Con esa frase y similares convenció al electorado de asentir con
“el nuevo orden” que ofrecía.
El
pueblo se anotó con la oferta populista y Chávez gana la presidencia en 1998
con el 56,20% de los votos y 36,55% de abstención. En el 2006 se reelige con el
62,84% y la misma cifra de abstención (36,91%); es decir que el pueblo “estaba
feliz”. En 2012 repite con el 55,07% y apenas 19% de abstención, lo que significó
que muchos votantes salieron del “cómodo ayuno” para votar contra el proyecto
que comenzaba a desmoronarse. En la elección presidencial del 2013 se define el
destino final de una utopía que no daba para más. Nicolás Maduro, en un
controvertido resultado emitido apresuradamente por el CNE, obtiene el 50,61%
de los votos con 20,31% de abstención.
¡Si,
obviamente el pueblo se equivocó! Ahora todos padecemos por igual las secuelas
de ese “error” que nos hace sentir inseguros y haciendo colas para obtener un
paquete de harina. Esas ideas que en un momento dado racionalizaron la
coexistencia del pueblo con un socialismo prometedor de gran futuro, feneció
por vejez prematura. Las fabulas marxistas ya no seducen; tampoco engañan por
carecer de aserción popular. Basta revisar las encuestas para aseverarlo.
Datanálisis:
el 94% (Julio-2016) evalúa la situación del gobierno como mala; o muy mala; el
80% desea un cambio de dirección política por vía democrática. Encuestadora
Delphos: entre el 80 y 95% califica la gestión de gobierno como mala. Hercón:
85,5% no cree que las cosas mejorarán bajo la conducción del presidente Maduro.
Más allá de la “oscilación lícita”distintiva de cada encuestadora, basta leer
las cifras de la elección parlamentaria del 6-D para corroborar la hecatombe
socialista. MUD: 112 diputados con el 65,27% de los votos. PSUV: 55 escaños con
el 32,93%.
Así
pues el mismo pueblo no entendería ahora la recóndita resistencia oficial a
medirse democráticamente como tanto lo propiciaba Chávez. Bajo las actuales
circunstancias es lo que más le conviene al régimen; lo contrario acrecentaría
su declive en proporción al hambre que se patentiza en toda Venezuela. El R.R,
por contrario, avala su permanencia democrática como opción política. Que sea
recuperable o no, es asunto que sólo concierne a la dirigencia del PSUV.
El
venezolano recordará este lamentable ciclo histórico como “la era del hambre”
jamás sufrida en nuestro país. Así pues la maniobra de retardar un proceso
legítimo como el R.R. carece de eficacia política ante la ruina revelada en
cualquier calle. Toda manipulación precisa contar con un falso escenario que
implique la negación continua de la realidad. Ello no es posible en “periodos
de hambre”.
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