Por Henrique Capriles
El desastre que enfrentamos a
diario todos los venezolanos se debe a las malas decisiones que a lo largo de
estos años se han tomado. Que nos hayamos convertido en el país más pobre de
Latinoamérica, porque el 82% de la gente se encuentra en situación de pobreza
de ingresos y que el 52% no tenga recursos para comer, es decir, que más de la
mitad del país enfrente la pobreza extrema, no es obra de la casualidad, ni de
la caída de los precios del petróleo o el invento de la guerra económica.
Estos terribles indicadores
tampoco son consecuencia de un desastre natural o de una guerra civil, se deben
a las medidas tomadas por una cúpula corrupta que se enquistó en el poder y
terminará por matarnos de carencias si no ejercemos nuestros derechos.
El año 2017 podría ser peor si
no se toman los correctivos que deben realizarse. Si no se reactiva la
producción, este año la pobreza extrema superará el 60%. Eso es sumamente grave
para cualquier país.
Si no hacemos algo pronto, el
2016 quedará en el recuerdo como un año de muchas dificultades, pero no se
comparará con las carencias extremas que tendremos en 2017.
Cada día de Maduro en el poder
significa 2% de inflación que se acumula y que cada vez nos pone las cosas más
difíciles.
La Canasta Básica Familiar ya
se ubicó en 832.259,95 bolívares en enero y la Canasta Alimentaria está en
621.108,98 bolívares. Mientras los precios de los alimentos y productos de
higiene aumentan semana tras semana, el gobierno intenta vender la idea de un
salario integral que es lo más efímero e injusto que se le puede plantear a
cualquier trabajador pues los tickets de alimentación no son una remuneración
real. Y no es por nada que los trabajadores están pidiendo que ese dinero se le
de en efectivo.
Lo que estamos viviendo se
debe a la incapacidad de un gobierno que acabó con la producción nacional y
convirtió al parque industrial venezolano en un gran cementerio de empresas.
De las cerca de 13.000
empresas que había en el país, solo quedan cerca de 4.000 y a mediados de 2016
solo trabajaban al 36% de su capacidad instalada. Esto es lo mismo que decir
que la mal llamada revolución destruyó prácticamente el 70% del parque
industrial venezolano.
El que no produzcamos
alimentos y los pocos que hoy se cultivan no alcancen para cubrir la demanda
nacional se debe a que por más de una década, la cadena de alimentos en
Venezuela fue masivamente intervenida por el Estado y sometida a rígidos y
crecientes controles. Aunado a que en 2006 se intervinieron y expropiaron casi
4 millones de hectáreas de fincas y unidades productivas que hoy están
completamente ociosas.
Esto conllevó a que el
gobierno aprovechando la bonanza petrolera incrementará la importación de
alimentos para intentar cubrir la demanda interna, cuyo negocio se tradujo en
la gallina de los huevos de oro para unos pocos, que comenzaron a comercializar
con el hambre del pueblo.
Obviamente, mantener un ritmo
creciente de importaciones de alimentos depende del buen manejo y la
disponibilidad que se tenga de las divisas, y con la caída de los precios del
petróleo el escenario cambió, porque ahora el Estado no dispone de divisas
suficientes para cubrir el déficit de alimentos con importaciones baratas.
Así llegamos a la situación
actual. Ahora no producimos nada y de paso el gobierno manipula políticamente
la poca comida que importa con la distribución de alimentos a través de los
Clap.
El déficit de alimentos se irá
haciendo más grave en Venezuela si no se hace algo cuanto antes. Recuperar la
superficie agrícola, promover las fuerzas productivas del sector de alimentos y
reconstruirlas tomará tiempo, por eso urge activar lo que aún queda en pie y en
capacidad de producir.
Para rescatar la economía se
debe fortalecer el sector no petrolero, ya que este no es suficiente para la
recuperación, pero hay que además garantizar respeto a la propiedad privada y
dar incentivos para que las inversiones internacionales vuelvan a Venezuela. El
gobierno no lo entiende ni lo quiere asimilar, pero no nos podemos quedar de
brazos cruzados ni tampoco salir todos corriendo de Venezuela.
Desde 2012 hay más
profesionales buscando boletos que puestos de trabajo. Esto es lamentable,
sobre todo porque más del 70% de quienes se marchan son jóvenes entre 25 y 35
años y más del 60% de los emigrantes poseen una alta preparación profesional.
Nuestro principal aeropuerto se ha convertido en un escenario de tristeza y de
frustración y eso no va a cambiar a menos que quienes seguimos aquí le
apostemos a la recuperación del país y no a su destrucción.
Somos víctimas de un sistema
generado por un gobierno corrupto e incapaz y está demostrado que si no hacemos
algo por nosotros mismos, el gobierno seguirá gobernando así. Seguirán
estirando la arruga hasta donde se lo permitamos.
La inmensa mayoría del pueblo
venezolano conserva intactos sus ideales democráticos, pero el gobierno sigue
negándose a una solución electoral. Eso ocurre porque el gobierno no tiene
calle, la aceptación de Maduro apenas llega al 12%. Somos entonces una mayoría
inmensa que sigue sin entender que el cambio depende de nosotros mismos, no de
líderes mesiánicos.
Tenemos que entender que nada
de esto cambiará si no ejercemos nuestro genuino derecho a expresar el
descontento que tenemos. La protesta tiene miles de formas y expresiones.
Todos los días los venezolanos
tenemos una razón para expresarnos. Cada vez son más las familias que se suman
a la pobreza, cada vez son más los venezolanos que hurgan en la basura en busca
de comida, cada vez son más los niños que no asisten a la escuela porque sus
madres no tienen como alimentarlos. El salario no alcanza, los precios suben
cada día. No hay insumos en los hospitales, no hay medicinas para los enfermos,
todos los días muere alguien por una bala, todos los días Venezuela pierde a un
joven que se va del país porque no encuentra futuro, porque llevamos años
separados por la ideología pero ahora nos separa una distancia que divide a las
familias por miles de kilómetros.
En nuestra Venezuela no hay
vencidos ni vencedores, desde hace 18 años todos los venezolanos somos víctimas
de una cúpula ambiciosa y enferma de poder, que es capaz de llevarse por
delante todo a cambio de obtener sus propios intereses, pero esa cúpula ha de
ser juzgada, solo ellos, porque el resto de los venezolanos hemos sido víctimas
de sus actos.
No hay razones para que
estemos viviendo esta crisis, y para salir de ella es necesario un cambio
político, y este pasa por el voto de los venezolanos, nuestra lucha debe
hacerse más fuerte para hacer respetar nuestra voz. Sin la unión de todos, el
cambio no es posible.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela!
05-03-17
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