Gioconda San Blas
Vemos las miradas tristes de
niños hambrientos, los padres desesperados hurgando la basura, las caras
cansadas de ancianos enfermos, mientras los poderosos del régimen insisten en
que todo es una sensación malsana de quienes se les oponen, que por el
contrario, los niños están bien nutridos en cuerpo y mente, que los abuelos
nunca habían estado mejor atendidos y que es leyenda urbana la búsqueda de restos
de comida en los estercoleros de las ciudades, que todo es una confabulación
imperial para desestabilizar un pretendido “gobierno obrero”, supuestamente
dedicado como ninguno antes a su pueblo.
Para confrontar esas
“sensaciones” con la realidad, nada mejor que poner números a la tragedia
social que nos embarga. Y para eso, el reciente trabajo conjunto de las
Universidades Central de Venezuela, Simón Bolívar y Católica Andrés Bello en su
encuesta Encovi
2016 es por demás oportuno.
Levantada por genuinos
expertos en los campos de alimentación, educación, pobreza, salud, seguridad
personal y trabajo y no por improvisados ministriles del régimen, la encuesta
retrata la dolorosa decadencia de los venezolanos entre 2014 y 2016, como
consecuencia del derrumbe macro y microeconómico de la nación, luego de 18 años
continuos de destrucción sistemática de la institucionalidad y del aparato
productivo, sumado a un manejo obsceno de las opulentas finanzas con las que
contara Venezuela, las mayores en toda su historia, cuya consecuencia no ha
sido otra que la ruina material de Venezuela y los venezolanos y la
postergación de proyectos propios de una nación en progreso.
Es así como saltan a la vista las
cifras de Encovi que hablan del empobrecimiento de la población, de 48% en 2014
a 82% en 2016, mientras el sector de “no pobres” queda reducido de 51% a un
mero 18% en apenas tres años. Paralela a este escandaloso aumento de la pobreza
en el país, aparece la reducción en la ingesta de alimentos proteicos: pollo y
carne roja de 79 a 45% o leche de 48 a 25%, mientras aumenta la de tubérculos
de 9 a 52%. No en balde, 32% de los encuestados en 2016, representativos de 9,6
millones de venezolanos, manifiesta comer dos o menos comidas al día, con
pérdida promedio de 8,7 Kg de peso.
Una consecuencia trágica de
este estado de cosas es la triste situación educacional de los niños y jóvenes
venezolanos, un sector especialmente sensible porque compromete el futuro de la
nación. Por hambre y pobreza, 12% de los matriculados dejan de ir a la escuela,
a lo que se suma la desescolarización de un millón de niños entre 3 y 17 años.
Es decir, la población que heredará esta tierra para desarrollarla estará
parcialmente discapacitada para acometer las labores propias de un mundo en
vertiginoso progreso científico-tecnológico, en razón de la indigencia material
e intelectual a la que está siendo sometida.
La población joven (menor de
35 años) también es la más afectada por la ola de violencia homicida que sacude
a nuestro país. De los más de 28 mil homicidios ocurridos en 2016, 76% recaen
en esa población, sin que sea posible enfrentar los culpables a la justicia,
dado el casi 95% de impunidad reinante. No es de extrañar entonces que más del
80% de aquellos jóvenes universitarios, preparados con los mejores criterios de
excelencia académica, manifieste su intención o deseo de irse del país una vez
culminados sus estudios, para seguir los pasos de ese millón y medio de
venezolanos ya en el exterior. Sus motivos no son solo las escasas
posibilidades de ascenso social una vez logrado el título académico. Es que la
vida misma se les va en ello.
La devastación en la que
malvivimos no ha sido producto de una catástrofe geológica inevitable. No, este
estado de cosas es el resultado de casi 20 años de aplicación sistemática y
planificada de un miserable programa probado y fracasado en otras latitudes
para subyugar al pueblo, con el único fin de la perpetuación en el poder. Ya lo
decía George Orwell en su celebrada obra “1984”: “No se establece una dictadura
para salvaguardar la revolución; se hace ésta para establecer la dictadura… El
objeto del poder es el poder”.
Está en nosotros impedir que
esto ocurra.
TUITEANDO
Un motivo de orgullo nacional:
los 25 jóvenes de la UCV, USB y UCAB que ganaron en Harvard los premios a las
mejores delegaciones en la competencia mundial por el Modelo de Naciones Unidas. Un ejemplo de esa
otra Venezuela de valores, excelencia académica, esfuerzo, progreso que hará
posible el resurgir de la nación cuando la noche dé paso a la luz del día.
¡Bravo, muchachos!
02-03-17
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