CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ 02 de diciembre de 2018
@CarlosRaulHer
Se
reunió en el Aula Magna de la UCV un grupo de personas distinguidas para la
refundación del Frente Amplio, constituido a principios de este año, aunque sin
presentar balance de lo hecho hasta ahora. Buen síntoma que en hora terrible
para la esperanza de cambio, la llama no se extingue y haya hard core para una
recuperación. Quienes estaban ahí aunque en su mayoría no eran activistas, y no
saldrán a los barrios a crear comités de base, son ciudadanos preocupados con
capacidad para transmitir ideas a otros. La reunión toca la fibra de hacer
algo, frente a la boa constrictor que nos asfixia por la debacle de tres años
grises.
Sin
dirigentes en los barrios, los sindicatos y las aldeas, es difícil que la
mayoría social, el descontento, se convierta en mayoría política como la que
conquistó la A.N. Un pensador nada superficial del Siglo de las Luces, Edmund
Burke, dejó la conocida frase cuya deconstrucción va a las entretelas de la dinámica
política: “Lo único que se necesita para que triunfe el mal es que los hombres
buenos no hagan nada”. Pero la frase es conceptualmente trunca sin una
coletilla: “…o que lo hagan mal”. Las derrotas y triunfos en la política y en
otros espacios de la razón práctica, están relacionadas con que unos hacen lo
pertinente y otros no.
Aunque
así sea, siempre ronda el espectro maquiavélico de la Fortuna. En el caso del
documento que emergió de la reunión, después de naturales invocaciones a la
negatividad esencial del gobierno, la corrupción, la incompetencia, el
autoritarismo y demás paspartú, llegamos al noumeno, el proyecto de acción
política. Y en él la mula vuelve a dar vueltas a la noria: repetir lo que en
tres años ha conducido al desastre, como si no hubiera ocurrido. Pero el F.A.
se autoimpone la prueba ácida, el deadline para comprobar su acierto o error:
el 10 de enero.
El día de la verdad
Ese
día comenzará el noveno inning, según los estrategas del F.A. Al decir de Karl
Popper, ese sería el momento de la refutación o afirmación. Si a partir de él
no se produce la anunciada ruptura hacia el cambio cualitativo, la teoría queda
refutada. Y si no se cumplen los augurios, se impone la decepción y por eso no
es indicado esparcir nuevamente ilusiones (hora cero, 350, 16 de julio). Pero
siembra mayores dudas que las acciones prácticas que se piensa repetir y que
llevarían a “la transición ordenada”, fracasaron sistemáticamente como las
movilizaciones de calle que ya enlutaron cientos de familias.
Igual
la exhortación a un coup, la “intervención militar democrática”. En los que
dieron a Erdogan en 2016 y a Chávez el 11 de abril, fracasó el esquema. Los
turcos pensaron que la violencia represiva, la “muerte por goteo” produciría
una reacción militar triunfante que derrocaría al gobierno para entregarlo a
los interesados. En este caso es volver sobre lo que ya naufragó por desconocer
un elemento básico de la razón práctica desde Tzun Tsu, que debe preceder y
suceder cualquier acción racional y que no falta hoy día en las operaciones
políticas, militares, comerciales, científicas o productivas: la crítica de la
acción.
Dos de
los más grandes fundadores del pensamiento occidental, San Agustín y Sigmund
Freud, demostraron que el equilibrio del espíritu, de la razón, está asociado a
la confesión y al sicoanálisis, y ambas disciplinas parten de reconocer y dar
cristiana sepultura a los cadáveres de la mente. Es el balance crítico para no
repetir las equivocaciones y corregir a través de la discusión, como hacen los
estados mayores en todas las actividades sociales. La esencia del partido
político moderno, de las directivas de las empresas, de todo tipo de comandos
en la acción social, es el debate sobre estrategias, errores y resultados.
Pero
el golpeado sistema político entregó desde comienzos de este ominoso año, las
decisiones en manos de gente muy respetable pero aficionada. El silencio sobre
lo ocurrido en los tres años anteriores puede ser causal de la contumacia en
hacer lo mismo. Los dos respetables sacerdotes que tuvieron una participación
determinante en las equivocaciones de este trienio, hoy vuelven por sus fueros
con el mismo cuchillo de cartón. Pero rápidamente echan mano a un cómodo
expediente: “ordenar” a la A.N. la papa caliente de nombrar una patética Junta
de Gobierno y así librarse ellos de la autoprueba ácida del 10 de enero.
Medio totalitario
El
recurso es nada ingenuo para surgir de quienes podrían caracterizarse con Max
Weber como cuasipolíticos, competentes en sus actividades propias de gerencia o
dirección, pero no formados en la técnica y el arte de la política stricto
sensu. En la declaración brilla la sorprendente ausencia de los procesos
electorales reales, esos que permitieron a las organizaciones democráticas
convertirse en mayorías políticas empíricas, como ocurrió hasta diciembre de
2015.
Es un
grueso error conceptual decir que tenemos un “régimen totalitario” (aunque
tenga vocación totalitaria), tanto como el médico que trata a un paciente
contra peritonitis pero éste tiene una hernia inguinal. Si fuera así, la
reunión del Frente Amplio se hubiera realizado en una cárcel entre cinco
personas. No habría sistema de partidos, ni de medios de comunicación, ni
reuniones políticas, ni la posibilidad de decirle burro al mandamás, ni de
llamar a golpes. Jugamos despreocupados con conceptos que definen realidades
serias y que requieren estrategias diferentes.
Carlos
Raúl Hernández
@CarlosRaulHer
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