Carlos Romero M., 11/12/2015
El paso más importante para rescatar la Asamblea Nacional como espacio
institucional para el debate político, para el control sobre la función del
gobierno y para el ejercicio de la función legislativa, se ha concretado con la
participación del 74,25% de los inscritos en el Registro Electoral (RE) y en un
proceso electoral pacífico, que logró superar todos los obstáculos que el
gobierno impuso a los candidatos de la Unidad.
Una revisión de los niveles de participación electoral desde el año
1998 hasta la fecha, advierte que un porcentaje como el obtenido sólo fue
superado por la elección presidencial del año 2012; ello nos dice que la nueva
Asamblea Nacional viene arropada de un significativo nivel de legitimidad que
debe ser salvaguardado con responsabilidad, tanto por los nuevos diputados
electos como también por los ciudadanos, principalmente en estos tiempos tan
confusos y complejos que vivimos.
El principal desafío que esos resultados imponen a la dirigencia
nacional es garantizar más Unidad, fortalecerla y moderar los egos individuales
en función del bien común; mientras que para la sociedad civil que no milita en
partidos políticos, el llamado es a asumir responsablemente un acompañamiento a
los diputados en sus circuitos naturales, para que juntos puedan articular los
esfuerzos necesarios para rescatar la Asamblea Nacional y ponerla al servicio
de los ciudadanos y del desarrollo del país.
El acompañamiento ciudadano, debe verse como una herramienta de
participación que de manera permanente y responsable, como lo señala la Carta
Democrática Interamericana, logre complementar, fortalecer y profundizar la
democracia representativa que se expresará en la nueva Asamblea Nacional.
Se hace necesario diseñar mecanismos efectivos, útiles, sencillos y
expeditos que faciliten la comunicación, los encuentros regulares, permanentes,
entre representantes y representados y en sus circuitos naturales a través de
foros, mesas de trabajo, seminarios, asambleas de ciudadanos, etc…. La
tecnología se convierte en un gran aliado, pero nunca será suficiente y menos
ante el desafío de rescatar la Asamblea Nacional para desde allí construir el
camino que nos reencuentre con la democracia.
Ese acompañamiento ciudadano a la función parlamentaria, es un desafío
que puede ser impulsado bien por el diputado o bien por los ciudadanos
organizados, lo importante y esencial en el tiempo histórico que vivimos, es
que se desarrolle una modalidad de acompañamiento que permita ir construyendo
adecuados niveles de confianza que sean suficientes para salvaguardar, con
mayor efectividad, la legitimidad que se ha depositado en el Poder Legislativo
el 6 de diciembre 2015.
La confianza no se decreta, se construye de manera progresiva, por ello
los mecanismos a diseñar deben asumirse de manera permanente, garantizando a
tal fin la libertad ciudadana para participar bien de manera individual o
colectiva y la pluralidad en el acceso a esos mecanismos; la organización de la
participación ciudadana, es precisamente una de las atribuciones que la
Constitución expresamente estableció a la Asamblea Nacional.
Que oportuno e importante resultaría que los diputados tan pronto sean
juramentados, vuelvan a sus circuitos electorales naturales y allí abran el
debate político con sus representados sobre las expectativas que se han
generado en relación a la labor de la Asamblea Nacional frente a temas críticos
como la corrupción, la crisis en la prestación de los servicios públicos, el
diseño institucional del Estado, entre otros.
La mayoría calificada de la Unidad, permite a la Asamblea Nacional,
derogar las leyes del Poder Popular, por su ilegitimidad y por ser contrarias a
la Constitución Nacional; además, el nivel de legitimidad que arropa a la nueva
Asamblea Nacional, le brinda la oportunidad de adecuar el Plan de Desarrollo
Económico y Social de la Nación a los Objetivos del Desarrollo Sustentables
aprobados en septiembre 2015 por la ONU.
Los parlamentos del mundo, en una reciente reunión de la Unión
Interparlamentaria Mundial (UIM), acordaron asumir el compromiso de adecuar a
través de sus instituciones esos Objetivos de Desarrollo Sustentable a sus propias
realidades. En consecuencia, Venezuela estaría asumiendo el compromiso de mirar
el futuro con ojos de desarrollo en el marco de una Agenda Global, que es
incluyente y no impone un modelo único de organización política, social y
económica.
Un debate sobre esos Objetivos del Desarrollo Sustentable, claramente
llevaría a retomar el hilo constitucional que ha pretendido ser interrumpido
por el Plan de la Patria. Un nuevo Plan de Desarrollo exige también adecuar a
través de reformas parciales y puntuales el Sistema Nacional de Planificación
para poner al servicio de ese Desarrollo Sustentable al Consejo Federal de
Gobierno, al Consejo Estadal de Planificación y Coordinación de Políticas
Públicas y al Consejo Local de Planificación Pública, permitiendo a cada una de
esas instancias incluir a la sociedad civil, sin discriminación alguna, para
diseñar un plan de descentralización que se inspire en esos desafíos globales y
de manera coordinada institucionalmente.
No hay que perder de vista, que el desafío de reencontrarnos con la
democracia exige estrategia, disciplina y consensos importantes, que hoy es
posible construir a través del contacto directo entre representantes y
representados.
Los riesgos y las amenazas sobre nuestras libertades políticas y sobre
la posibilidad de reencontrarnos con la democracia siguen presentes, la tarea
de acompañar a los diputados desde la sociedad civil a través de organización y
redes, es una necesidad para enfrentar esos riesgos y esas amenazas.
Escrito para: http://politikaucab.net/
Carlos Romero M.
@carome31
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