Thaelman Urgelles 16
December 2015
Desde la victoria política y
ciudadana del 6-D, las redes sociales se han visto inundadas de opiniones
acerca de las prioridades de agenda del nuevo parlamento y en especial sobre
cuál de los diputados democráticos debe presidir la próxima Asamblea Nacional.
Es algo normal, legítimo y deseable que los ciudadanos que tanto contribuyeron
al triunfo con su tarea difusora y con su voto intenten, desde sus posiciones
en la base social, ejercer influencia sobre las decisiones de nueva mayoría
parlamentaria.
Aunque ha sido abundante y variado el
número de diputados mencionados para presidir la Asamblea, en realidad las
opiniones se han polarizado entre dos de ellos: Henry Ramos Allup y Julio
Borges. Ambos exhiben los méritos para hacerlo y cada uno haría un estupendo
papel al frente del primer auténtico parlamento
que tendremos desde el año 2005.
Al intentar una evaluación objetiva
del número de opiniones que sobre el tema leo en las redes, encuentro que el
nombre de Ramos Allup ha sonado más en este tema, tanto para apoyarlo como para
cuestionarlo. El mismo Henry se ha labrado un alto perfil mediático a partir
del 6-D, en primer lugar porque el momento político lo exige de los dirigentes
más curtidos y quizá también como parte de un legítimo esfuerzo para mostrarse
como el político más adecuado para presidir la AN en este difícil primer año de
sesiones. Mucho avanzó Henry en ese camino, al punto de posicionar su nombre
con nitidez, aunque su abundosidad declarativa le ocasionó también algún
traspie y no pocos reproches, justos e inmerecidos.
Pienso que Ramos Allup está
cabalmente preparado para ser un buen presidente de la Asamblea Nacional, y lo
deberá ser sin duda, en algún momento del quinquenio que se abre el próximo 5
de enero; porque ese parlamento deberá durar sus cinco años de ley, aunque se
produjese un relevo anticipado del Presidente y/u otros poderes públicos. Pero
le encuentro a Henry dos puntos negativos y una objeción positiva que me
impiden concordar en que presida la Asamblea en su primer año.
En primer lugar, Ramos pertenece a
una generación de políticos que tuvo elevado protagonismo en la Venezuela
previa al chavismo, por lo que ofrece la imagen de “hombre mayor” en un marco
de renovación política como la que encarna un bloque parlamentario cuya edad
promedio no ha sido aun divulgada pero que no dudo en estimar en la treintena.
El anhelo de cambio de los venezolanos también implica nuevos rostros y ello no
puede ser subestimado por la MUD al tomar esa crucial decisión. Y la segunda es
casi gemela de la primera: con justicia y mayormente sin ella, la inclemente y
masiva campaña de descrédito que el chavismo ejecutó estos 17 años (y antes los
medios y otros factores de poder) contra la llamada IV República y los “partidos del status” no ha caído en
oídos sordos. Millones de ciudadanos –chavistas y también opositores- matienen
un rechazo a esos partidos, cuya gradación desfila desde la desconfianza hasta
el odio cerrero. Aunque ese fenómeno no sea entera culpa de Henry Ramos Allup,
no me parece conveniente que el primer nombramiento de una oposición recién
empoderada sea darle la posición más protagónica al líder y estandarte de la AD
que resistió estos 17 años. Ello no sería entendido por muchos ciudadanos
opositores y en cambio abiertamente rechazado por los seguidores del gobierno
que el 6-D comenzaron una prudente aproximación al campo democrático. Sería una
torpe confirmación de la conseja chavista que se resume en la consigna “No
volverán”.
Mi objeción positiva para que Henry
Ramos presida la Asamblea es que él es el mejor Jefe de Bloque Parlamentario
con que cuenta la MUD para el inicio de un parlamento que se anuncia complejo,
turbulento y pleno de desafíos. Ninguno como Henry reúne en un mismo político
el carácter, el verbo y la experiencia parlamentaria requeridos para encabezar
a una joven bancada en los combates que se avecinan. El “burdel político”, como se repite por ahí.
Así que, aunque él no tuviera las dos primeras objeciones que ya señalé, lo
prefiero mil veces como jefe del bloque parlamentario de la Unidad, una vital
posición para la cual los atributos no se improvisan ni se inventan.
Me quedo, pues, con Julio Borges,
para ser electo presidente de la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero. Y
para nada por una operación de descarte. Borges es el político que mejor se ha
preparado en estos 17 años para ocupar las principales responsabilidades en el
Estado venezolano. Sereno y de ánimo consensual, pero a la vez valiente y
decidido cuando le ha tocado asumir peligros y graves responsabilidades. Esa
preparación ha marchado en dos sentidos que resultan inseparables cuando se
aspira a algo grande en política: en lo personal y en lo colectivo.
En lo personal, con el estudio y el
trabajo incansable, al divulgar sus propuestas y cuestionamientos con puntualidad semanal y con oportunos y
fructíferos viajes fuera del país, para tomar contacto con procesos, instituciones
y personajes que le permiten conocer a fondo el manejo del Estado y le
proporcionan un envidiable espectro de relaciones políticas, diplomáticas y
corporativas.
En lo colectivo, al ser el principal
constructor de un partido –Primero Justicia- de profundo calado social en la
nueva Venezuela, que en vez de confinarse al ámbito de clase media que le dio
origen salió a buscar al país extenso y profundo al que había que seducir y
convencer para tener algún chance de disputarle al chavismo su adhesión. En
Primero Justicia, Borges conforma junto a Capriles un tándem imbatible de cara
a los acontecimientos que se nos avecinan: el segundo con su aproximación
sincera y afectiva a los millones de compatriotas que claman por un país mejor
y el primero como fundamental organizador de la herramienta. Luego de los
desvaríos de 2002, ambos permanecieron inamovibles en la ruta de conformar una
mayoría social que derrotase al chavismo. No tuvieron zigzgueos ni coquetearon
con atajos o aventuras inmediatistas. Pagaron un alto precio por ello y hoy les
llegó la hora de redituar.
Entre los campeones de la victoria
histórica del 6-D, destaca Julio Borges en la posición central de la primera
fila. Porque tiene 17 años construyendo con paciencia los instrumentos para
combatir por ella; y además porque es el indiscutido campeón de la ruta
electoral, aquella que finalmente se impuso por el peso de los hechos. Fue
Julio quien tuvo la valentía de alzar su meñique entintado el 5 de diciembre de
2005, cuando todos nos abstuvimos para cumplir el llamado –cosas de la vida-
formulado por Henry Ramos Allup (quien, en nombre de los partidos, ciertamente
respondió a la fuerte presión ciudadana del momento). Aquel acto de sinceridad y convicción en sus
valores le ha costado a Julio la desconfianza, cuando no el rechazo desconsiderado
y hasta ruin de miles de opositores. Tal ánimo pervive y flota alrededor de la
escogencia de ahora, en la mayoría de manera sincera y espontánea pero en otros
de manera torva y manipuladora.
Por si esto fuese poco, debo añadir
que Primero Justicia es, con margen apreciable, la primera fuerza política de
la Mesa de Unidad Democrática. Una realidad que se expresa de muchos modos, y
en particular en el número de diputados electos que provienen de sus filas: 33,
ante 25 del segundo partido que es Acción Democrática. Esa condición de primera
fuerza parlamentaria debe permitirle, según reglas al uso en la MUD, proponer
al primer presidente de la AN en el período que comienza.
Dejo pues, esta modesta sugerencia a
los dirigentes de la MUD: Julio Borges a la presidencia de la Asamblea Nacional
y Henry Ramos Allup a la jefatura del bloque parlamentario de la Unidad.
Posiciones que, tal como juiciosamente se anuncia, serán rotadas anualmente y
que podrían intercambiarse en el futuro no muy lejano.
Un apunte final: no es poca cosa la
designación de quién presidirá la AN el 5 de enero. Tengo la convicción de que
el designado lo estará siendo también para ejercer la presidencia provisional
de la República por quizá un par de meses, luego de que la crisis nacional y el
proceso desencadenado el 6-D conduzcan a la revocatoria o renuncia del
presidente y el vicepresidente actual y deban ser convocadas nuevas elecciones.
Eso lo saben Henry y Julio. Es bueno que lo sepamos todos.
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