Por Henrique Capriles
Los alimentos fueron y siguen
siendo un arma ideológica eficaz de control político, empleada por regímenes
tiránicos y totalitarios.
Ese control puede provocar que
se consoliden estructuras mentales como la postración, frustración,
dependencia, conformismo y falta de confianza, que sólo dan persistencia al
hambre y a la pobreza. Un hombre hambriento piensa primero en cómo obtener comida
para él y su familia, y después en luchar contra las causas que lo mantienen en
esa condición.
La causa del hambre en los
países con gobiernos totalitarios se debe a la incapacidad administrativa y la
excesiva corrupción de sus líderes, quienes han aprendido con eficacia cómo
usar la escasez de alimentos y recursos básicos, para mantener el control
social de la población. Ese juego terrible y macabro es el que está jugando
Nicolás Maduro en Venezuela y contra eso hay que luchar con todas las fuerzas
democráticas.
En los últimos meses, la
escasez de alimentos y su elevado costo ha obligado a los venezolanos a
modificar radicalmente su dieta diaria, ya que no solo han reducido la cantidad
de lo que consumen, sino que la situación ha obligado a eliminar por completo
las proteínas de productos como granos y carnes, consumiendo únicamente platos
a base de hortalizas y tubérculos, en el mejor de los casos.
Lo que desgraciadamente llama
nuestro pueblo “la dieta de Maduro“, no es otra cosa que una epidemia
de hambre que se ha visto reflejada en el cuerpo de la gran mayoría de
los venezolanos. En el último año, muchos venezolanos han perdido entre 10 y 20
kilos de peso producto de la mala alimentación a la que se han visto sometidos.
No en balde, la crisis
alimentaria se ha convertido en el principal problema que dice enfrentar el
pueblo desplazando a la inseguridad que por años fue el tema de mayor
preocupación. En la actualidad siete de cada diez venezolanos consideran que el
principal problema es la escasez de alimentos y el alto costo de la vida.
Mientras que ocho de cada diez afirman que la situación para adquirir los
rubros ha empeorado.
El gobierno despilfarró la
mayor bonanza petrolera de toda nuestra historia y nos condujo a este drama que
es de tal magnitud, que según un estudio reciente realizado por Cáritas de
Venezuela, en cuatro estados de nuestro país (Miranda, Distrito Capital, Vargas
y Zulia), reveló que 52% de los niños menores de 5 años, presentaron
algún grado de desnutrición aguda o pérdida reciente de peso. Mientras
que 18% ya tienen retardo de crecimiento.
La crisis que estamos viviendo
actualmente echó por tierra las promesas recicladas del gobierno. El desarrollo
endógeno y la soberanía alimentaria tan cacareadas por la mal llamada
revolución son imposibles de sostener en la opinión pública. La realidad es que
la pobreza se ha extendido por todos los rincones del país.
En Venezuela la situación de
pobreza de ingreso ronda el 80% y no solo se ve en los barrios y caseríos,
también se ve reflejada en las urbanizaciones de clase media, que se han venido
cada vez a menos. En 2015 la Canasta Alimentaria, estaba en 58 mil bolívares y
en diciembre de 2016 se ubicó en 500 mil bolívares, es decir, que en un año
subió 3.000%, lo que incide en que cada día sean más y más quienes ven
comprometida su posibilidad de alimentarse adecuadamente.
Hemos llegado a niveles tales
de afectación que uno de cada diez venezolanos comen desperdicios, ya sea
pellejos de pollo, pata de cochino o lo que queda de los camiones de
hortalizas. Por lo menos 17% de los venezolanos deben hurgar entre la basura
para saciar el hambre, y ante esto el único plan que ideó el gobierno fue el
perverso juego de la manipulación con la comida a través de los Comités Locales
de Abastecimiento y Producción (Clap).
El hambre no se resuelve con
una caja de comida que recibe el pueblo cada mes, o hasta cada tres meses se
resuelve produciendo en el país. Urge una investigación profunda sobre
las mafias que están jugando con el hambre de los venezolanos. Parte de los
productos que integran las cajas que se distribuyen a través de los Clap se
están ensamblando en Panamá y vendiendo con sobreprecio en Venezuela, algo que
será una tarea para la justicia cuando llegue a nuestro país.
Este hecho hay que condenarlo
y enfrentarlo. Hicimos una investigación con uno de nuestros diputados de la
Asamblea Nacional para confirmar el manejo de los precios de las cajas de los
Clap. Los enchufados reciben dólares preferenciales a 10 bolívares para hacer
las compras, pero luego el Gobierno dice que paga 35 dólares por cada caja
cuando cuesta en realidad 10 dólares. ¿Quién se embolsilla los 25 dólares
restantes? ¿Quién se lleva la diferencia?
Pero el guiso es doble porque
aunque el gobierno dice pagar 350 bolívares por cada caja, la vende en 10.200
bolívares a través de los CLAP ¿Por qué no la venden a 350 bolívares al pueblo?
Simple, porque unos enchufados han hecho un negocio redondo con la comida
importada. Mientras tanto los venezolanos siguen pasando hambre, porque nadie
se alimenta con una caja cada dos o tres meses.
Con los CLAP lo único que se
reparte es definitivamente la escasez y los que están hoy en el gobierno son
los únicos que siguen sin reconocer que en el país urge decretar la emergencia
alimentaria y actuar en consecuencia para resolverla. Nosotros, ante la
gravedad, estamos haciendo batidas contra el hambre en Miranda.
Con el apoyo de organizaciones
no gubernamentales y voluntarios, realizamos esta semana en nuestro municipio
Plaza, la jornada de “Miranda contra el Hambre”. Estamos llevando a las
comunidades jornadas de atención médica, alimentos a precios módicos y donación
de ropa y calzado en buen estado, las tres cosas que hoy más le urgen a los
venezolanos, hacia allá tenemos que apuntar nuestro esfuerzo, todos unidos
haciendo frente al hambre.
Contamos para ello con
personas de buen corazón y con productores que siguen de pie produciendo en el
país, para lo Hecho en Miranda y Hecho en Venezuela. Ellos son los verdaderos
héroes de la patria. Nosotros iremos a donde tengamos que ir, a donde está el
hambre, para darle respuesta a nuestro pueblo.
Esta lucha la hacemos por todos
los jóvenes venezolanos, el futuro del país, pero que hoy, en su día, ven el
horizonte completamente oscuro. A ustedes nuestra palabra de aliento. Recuerden
que siempre hay una luz al final y que hay que seguir luchando por un país
distinto, donde comer vuelva a ser un placer y no una preocupación. Jóvenes,
ustedes tienen la fuerza, ustedes son la mayoría que quieren cambio, hay que
hacerla valer, no deben dejarse robar la esperanza, Venezuela siempre valdrá la
pena y ustedes también.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
juventud y país!
12-02-17
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