Por Alonso Moleiro
Si en Venezuela se estuvieran
activando los mecanismos que establece la Constitución en materia electoral, y
esto debería saberlo el general Vladimir Padrino López, parte importante de la
tensión política, el naufragio económico, el malestar social, la desesperanza y
la incertidumbre nacional existentes en el país estarían hoy camino a
disolverse.
Si el Poder Electoral se
animara a respetar los plazos constitucionales, y decidiera darle curso a la
organización de una cita cualquiera –pongamos por caso, la elección de los
Gobernadores, cuyo tiempo constitucional está vencido– ni siquiera hiciera
falta andar hablando de diálogo : todo el mundo habría convenido en atenerse a
lo que dispusiera el pueblo venezolano.
Por eso es que, aun a pesar
del espeso silencio que han evidenciado durante las últimas semanas y meses,
hoy, cuando unas ranuras parecen cerrarse, cuando el oxígeno para hacer
política no abunda, el panorama represivo aprieta y se ha consumado el fraude
constitucional del Referéndum Revocatorio, el país político y la opinión
pública están más pendientes que nunca de la quietud del Consejo Nacional
Electoral.
Por estos días, de la boca de
la dirigencia del PSUV, no se escucha hablar de elecciones, a pesar de que ya
toca. Las consultas electorales, afirman, “no son prioritarias”; se supone que
es necesario “resolver primero la crisis”. Se habla, sí, de la importancia de
la reinscripción de los partidos políticos: una asignatura pendiente, que, de
ser un supuesto sin importancia inscrito dentro del derecho a la participación
política, queda planteado como una oración condicional. Una cuesta que es
necesario remontar. Un “veremos”, que, sin ofrecer detalles, le prescribe, no
el Consejo Nacional Electoral a todas las fuerzas políticas, sino la dirigencia
del gobierno –Freddy Bernal o Héctor Rodríguez, por ejemplo—a las fuerzas
adversarias de la Mesa de la Unidad.
Los factores de poder que en
Venezuela están renuentes a la celebración de unas elecciones libres, y parecen
maniobrar para filtrarlas, inhibirlas, retardarlas o desnaturalizarlas,
deberían pensar bien en lo que quieren hacer.
Frustrar un referéndum, una
figura histórica relativamente nueva para las mayorías, no es lo mismo que
frustrar una elección presidencial genuina. Eso lo saben las Fuerzas Armadas.
La efervescencia social está subiendo; hay un estado de opinión consolidado y
no habrá manera de recomponer el tejido y la unidad nacional, si esta llegara a
romperse por los efectos de la violencia, como no sea organizando unas
elecciones presidenciales libres y justas, que finalmente el chavismo igual
perderá.
Además, si la MUD quedara
inhabilitada, con seguridad la población sabrá por quién votar para salvar su
pellejo, tal y como lo hizo de forma abrumadora por la tarjeta de URD en 1952.
Venezuela lo que quiere es salir del chavismo.
02-17-17
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