Rosalía Moros de Borregales 13 de junio de 2015
@RosaliaMorosB
En la búsqueda incansable del ser humano
a lo largo de su vida una de las interrogantes más inquietantes que se suscita
en el corazón se refiere al porvenir. ¿Qué nos deparará el futuro? ¿Qué haremos? ¿A dónde iremos? ¿A quién
iremos? Todos, de una u otra forma sentimos en nuestro interior esa callada
angustia por lo desconocido. Todos anhelamos encontrar a alguien que marque
directrices claras que nos conduzcan a un seguro mañana. A veces, nos sentimos
esperanzados, con ánimo nos esforzamos por hacer lo que nos corresponde; en
otras ocasiones, nos sentimos atrapados en medio de la oscuridad que nos rodea,
la cual va horadando nuestra confianza, nublando nuestro horizonte.
Los fundamentos de nuestra sociedad se
encuentran arruinados, estamos tambaleando, a punto de ser estremecidos hasta
lo más profundo por el desplome de todas las instituciones que deberían haber
garantizado nuestros derechos, velado por nuestras vidas. No fueron otros los
que causaron esta destrucción, fuimos nosotros. ¡Todos nosotros! Porque todos
como miembros de un cuerpo tenemos responsabilidades, todos tenemos deberes que
cumplir, todos hemos sido dotados con diferentes talentos para hacer nuestro
aporte a nuestro hogar, a nuestra comunidad, a nuestra ciudad, a nuestra
nación.
Obstinadamente hemos persistido en una
actitud de soberbia, con arrogancia pensamos, unos y otros, que tenemos la
razón. Mientras tanto, nuestra nación se derrumba frente a nuestros ojos;
tenemos el corazón y las manos vacías para los jóvenes que esperan por un país
que los acobije, que les brinde seguridad, que cuide su salud y les de las
luces que son de primera necesidad, como lo expresó nuestro Simón Bolívar.
Hemos manchado la inocencia de nuestros niños con el despiadado odio que ha
crecido como mala hierba en nuestro suelo; hemos insultado a nuestros ancianos
negándoles el lugar de honor que se merecen en nuestra sociedad.
Lamentablemente, nos hemos desviado como nación, cada quien ha buscado sus
propios intereses. Nuestro caminar ha estado lleno de quebrantos y desventuras.
La paz se extravió de nuestro camino, no nos hemos encontrado con ella porque
no hay temor de Dios delante de nuestros ojos.
El apóstol Pablo en su epístola a los
Romanos nos explica que en medio de un mundo dominado por el mal ningún ser
humano puede justificarse delante de Dios; de la misma manera, nos enseña que
la justicia de Dios se ha manifestado al mundo por medio de la fe en
Jesucristo; ya que no hay diferencia entre unos y otros, por cuanto todos, de
una u otra forma hemos pecado, todos hemos sido destituidos de la gloria de
Dios. Ahora bien, así como todos, por nuestros propios medios no podemos ser
justos; todos podemos ser justificados gratuitamente por medio de la gracia de
Dios, mediante la redención que es en Cristo Jesús.
¡Dios ha provisto el Camino para llegar
a El! Al venir a Dios tenemos paz unos con otros, su luz disipa las tinieblas,
su amor llena nuestros corazones y determina nuestro proceder; su sabiduría se
convierte en el fundamento de nuestra vida, de nuestras instituciones y, por
ende, de nuestra nación. Aunque muchos consideren este planteamiento como una
locura, cada uno individualmente y todos, como nación, necesitamos volver a
Dios. Ya el apóstol Pablo nos advertía en la primera epístola a los Corintios
(1:18) que el mensaje de la cruz era considerado una locura o estupidez por
muchos; sin embargo, para aquellos que hemos gustado del amor y la luz de Dios
la cruz de Cristo es nuestra Salvación.
Cuando Jesús enseñaba a sus discípulos
les decía que las palabras que El les hablaba eran espíritu y vida; sin
embargo, muchos consideraron que sus palabras eran duras de oír y de poner en
práctica. Por esta razón, dice la Biblia, que muchos de los que le seguían
volvieron atrás y ya no andaban más con El. Entonces, Jesús les preguntó a los
doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? (Juan 6:60-69). Mi deseo convertido
en oración es que al igual que Simón Pedro, al escuchar el llamado de Dios, tu
y yo podamos responderle: - Señor ¿A quién iremos? ¡Tu tienes palabras de vida
eterna! Y nosotros hemos creído y conocemos que tu eres el Cristo, el hijo del
Dios viviente.
¡A ti iremos, Señor! ¡A tus brazos nos
iremos!
rosymoros@gmail.com
@RosaliaMorosB
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