Por José Domingo
Blanco, 05/06/2015
¡Qué papelón hizo
la delegación venezolana en la ONU! ¡Qué pena! No pudieron responder las
preguntas básicas para aprobar el examen sobre el cumplimiento del Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. ¡Ponchados!
¡Raspados! ¡Cero uno! Es que no se puede justificar lo injustificable. Y a la
ONU no se puede ir con el mismo discursito con el que aquí, el gobierno
pretende librarse de culpas.
Imagino que, previo
al viaje, los preparativos de nuestra delegación se centraron más en los tours,
restaurantes y sitios de interés que visitarían en Ginebra. No logro dejar de
imaginarlos planificando una larga caminata por el Lago Lemán, empacando la
cámara para tomarse la foto de rigor en Le Jet d’eau, revisando en
internet cuáles son los lugares dentro del top 5 para comer la mejor fondue de
la región y el nombre de la joyería de moda para adquirir algún relojito, de
esos con los que los suizos se han ganado su fama internacional. Los imagino
así, como quien planifica las vacaciones; pero, jamás, preparándose para asumir
con seriedad y responsabilidad, la batería de preguntas –nada complacientes ni
displicentes- sobre la situación deplorable en la que se encuentra nuestro
país, y con las que los recibieron en la sede de la Naciones Unidas.
Ah, pero con todo y
el papelón de Menéndez y el resto del combo, Suiza siempre es, y será, un
privilegio. Por supuesto, al que hoy solo tienen acceso unos pocos –en su
mayoría robolucionarios. Me pregunto si nuestra flamante delegación tendría
previsto visitar a Esquivel o prefirieron no seguir rayándose más. ¡Una visita
de ese calibre, podría poner muchas cosas en tela de juicio! No, quizá ni lo
asomaron. Mejor no revolver el avispero, no vaya a ser que más de uno terminase
salpicado. No, claro que no: no vale la pena empañar el viajecito. Si hasta
tienen todos los gastos cubiertos, con viáticos a 6,30, con cargo a las cuentas
de la nación. Otra dimensión. ¡Qué sabrosos esos viajes de los robolucionarios:
libres de las limitaciones que impone Cencoex! Y el cheque de los viáticos: ¿de
cuánto estaremos hablando? ¿Devolverán los euros o dolaritos sobrantes o
estarán autorizados a quedárselos? Porque, de ser así, supongo habrán
aprovechado de abrirse una cuentica de ahorro en alguno de esos bancos de por
allá; pero, de los que aún no les han sacados trapitos sucios al sol. Si algo
ha demostrado la gente del desgobierno es que, a la hora de viajar, no se
eximen de lujos, incluso en esta época de crisis, escasez y pobreza que vivimos
en el país. ¿Cuánto nos habrá costado el viajecito de Menéndez y su combo? ¡Y
para hacer semejante papelón! Porque nunca me cansaré de repetir que ese dinero
-que el gobierno gasta como si fuese suyo- sale del bolsillo de nosotros, los
venezolanos.
Y haciendo gala del
mayor caradurismo, Menéndez –a quien otra vez imagino desesperado por
acabar la interpelación; pero, para poder contemplar los cisnes que nadan
plácidamente en el Lago Lemán- no pudo justificar, ni argumentar, ni demostrar,
ni explicar ante los miembros de la ONU -esa gente tan seria y poco dada a la
improvisación- qué es la guerra económica, ni por qué en Venezuela no hay maíz
para hacer arepas, o por qué ahora se dice que nuestro país está entre los más
violentos del mundo. A esa gente de la ONU, acostumbrada a debatir con base y
raciocinio, les debe haber dado pena ajena la respuesta pueril del ministro:
una salida como la que usan los chamos cuando no tienen razón. ¿Qué podemos
esperar de este charlatán de claustro comunista, mequetrefe adulador, pupilo de
Giordani? El ministro de Planificación es incapaz de entender lo social desde
la pobreza. No puede expresarlo y mucho menos en un escenario de esa
naturaleza. Quizá por eso la invitación a que los miembros de la ONU vinieran a
Venezuela; tal vez, para lavarse las manos y dejar que sus antecesores -a los
que, muy en el fondo, considere los verdaderos responsables- salieran al paso
en defensa de los avances de la revolución.
El comunista
necesita que la vida colectiva se desarrolle en un clima de pobreza,
desigualdad e injusticia. Sabe que no debe incrementar el nivel de educación de
los más desposeídos, porque necesita cercenar sus capacidades. Al comunista le
urge que toda persona tenga limitaciones materiales, porque esa es la única manera
como se procuran su subsistencia. Los comunistas, los de antes y los de
ahorita, manipulan los indicadores de educación, salud y seguridad social, para
maquillarse el rostro de opresores que realmente tienen y esconder las penurias
de sus víctimas. El comunismo es una poesía para quienes lo imponen y una
pesadilla para quienes lo padecen. Quedó demostrado -Menéndez así lo ratificó-
que el comunismo no produce ni bienes ni bonanzas. Mucho menos, calidad de
vida.
Por eso, Menéndez y
su combo tenían que salir rápido de ese compromiso con las Naciones Unidas,
porque no tenían más argumentos para seguir escondiendo la pobreza y las
consecuencias que de ella se derivan. Porque la pobreza, en Venezuela, amenaza
a cada profesor universitario que, con su sueldo, no logra cubrir la canasta
alimentaria. Pero, Menéndez no sabe qué es eso; porque él gana mucho más. Y
viaja a Suiza, pagado por todos nosotros, a defender lo indefendible… ah, y por
supuesto: a comer fondue en cualquier restaurancito lujoso que esté a orillas
del Lago Lemán.
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