Félix Seijas 18 de diciembre de 2015
@felixseijasr
Ante
la derrota en la reciente elección parlamentaria, los líderes del oficialismo
han optado por radicalizarse aún más lanzando amenazas y ejecutando acciones
que sin dudas apuntan a desconocer lo que representa el resultado del 6 de
diciembre. ¿Por qué hacen tal cosa? ¿Tiene sentido esa actitud?
Por
supuesto que una lectura de la reacción del gobierno es que para los jerarcas
de la revolución el costo de perder poder político es muy alto. Eso es algo que
no están dispuestos a aceptar. Para ellos es preferible una salida forzosa
antes que consentir cualquier tipo de contrapeso en el poder. Pero más allá de
este hecho, ¿son los zarpazos que lanzan Maduro y su entorno patadas de
moribundo sin esperanzas? No del todo.
Con la
muerte de Hugo Chávez en 2013, cerca de 8% de los votantes venezolanos decidieron
apartarse de la “revolución” y apostar por la alternativa que en aquel momento
representaba Henrique Capriles Radonski. Esto ocasionó la nivelación de las
fuerzas electorales entre gobierno y oposición, reflejado en el resultado de
los comicios presidenciales del mismo año. El PSUV perdía estos votos de manera
definitiva.
Con el
agudizamiento de la crisis económica durante el mandato de Nicolás Maduro,
quienes permanecían fieles a los sucesores de Chávez comenzaron a dudar. Así
empezó un proceso de desapego de la figura del presidente y su entorno. Para
ellos estos líderes ya no representaban lo que en su imaginario era la esencia
del Comandante. “Es que sin Chávez ya esto no es lo mismo”, decía una chavista
desconsolada en un grupo focal. “Hay que decir que Chávez se equivocó dejando a
estos ahí, lamentablemente se ve que no dieron la talla”, decía un treintañero
en otro grupo. Estas personas se desprendían de las fuerzas rojas por
desencanto, no por la convicción que mostraron los que lo hicieron en 2013.
En
2015, poco menos de la mitad de esos desencantados decidió apostar de nuevo por
los ojos de Chávez. Ellos tomaron esa decisión durante los cuatro meses previos
a la elección. Por otra parte, en medio de la incertidumbre un pequeño grupo de
descontentos se atrevió a pulsar la tarjeta de la Unidad. “No sé, yo voté por
la manito pelúa esa”, dijo un motorizado a un compañero, casco debajo del
brazo, atravesando el lobby de una clínica. El resto, aquellos que llegado el
momento final mantenían sus dudas sobre qué hacer, decidieron abstenerse dando
el golpe de gracia a las filas rojas.
Así,
el oficialismo perdió entre 2013 y 2015 cerca de 2 millones de votos, los
cuales desaparecieron, principalmente, entre el humo de la abstención. Por su
parte, la oposición logró no solo mantener los votos logrados en 2013, sino
aumentarlos en una cifra cercana a 400.000. El resultado final fue la conocida
debacle electoral para la revolución.
No
obstante, es un hecho que el gobierno aún mantiene poco más de 40% de respaldo
electoral, y esto no es poca cosa. Adicionalmente, Maduro y su entorno saben
que la mayor parte del 10,5% que perdió en estos comicios son personas que le
han retirado su apoyo, pero que aún no lo depositan en nadie más y por lo tanto
podrían ser rescatables. Esto último puede tener sentido si se piensa en estas
personas como votantes que guardan recelo a lo que puede representar la
oposición en el poder. Entonces el discurso agresivo del oficialismo juzgando y
condenando de manera anticipada a la MUD podría avivar tal recelo,
debilitando la imagen de la coalición
ante ese segmento de votantes. Recordemos que desde el oficialismo se ha
iniciado una campaña de acusaciones en la que se asegura que la oposición emprenderá
acciones contra “el pueblo”, todas atrevidas, como por ejemplo eliminar el
sistema de pensiones. El objetivo es nivelar de nuevo las fuerzas.
Por
otro lado está la gran presión bajo la cual la oposición tiene que actuar. No
solo debe manejar de manera eficaz los ataques del oficialismo, sino que en
cierta manera el tiempo conspira en su contra. La oferta electoral de la MUD
fue el cambio. Las expectativas de la población luego de una victoria
contundente son enormes. Es sabido que los pueblos juzgan a sus líderes basados
en la brecha que hay entre expectativas y percepciones de la realidad. Las
mismas personas que un domingo recibieron a Jesucristo con ramos, a los pocos
días lo condenaron. Eso lo sabe el gobierno y desde ya ha empezado a hacer todo
lo posible por endosar a la MUD la dura situación económica que viviremos en
2016. Con esto apunta a fracturar la moral del voto opositor.
No es
poca cosa lo que enfrenta la Unidad. A su favor tiene la baja credibilidad que
exhibe Maduro. No todos los que el domingo 6 votaron por el Gran Polo Patriótico
confían en el aglomerado rojo. Allí hay dudas. Por su parte, el gobierno
tratará de hacer ver que “los otros” son peores. El nivel de radicalización
aumentará cada vez más. Y todo esto ocurrirá en medio de uno de los peores años
en materia económica en la historia del país.
La
Unidad consolidó un 2015 lleno de aciertos. La clave fue precisamente
permanecer unida sorteando los escollos que se le presentaron. En 2016
necesitará aún más unidad y cabeza fría.
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