Por Claudio Nazoa
Escribo desde la ciudad de
Miami. Estando aquí comprendo por qué a los chavistas les gusta tanto venir y
huir del desastre en el que han convertido a Venezuela. La diferencia entre mi
viaje y el de ellos es que yo gané hasta el último centavo con el que lo pagué.
¡Miami es bella! A cualquier
sitio se llega por miles de autopistas que literalmente crecen ante los ojos
asombrados de turistas y residentes, pero tiene un defecto: obligatoriamente
hay que tener vehículo. No está diseñada para caminar y aunque parezca
contradictorio, jamás he visto una ciudad con tantos sitios para compartir y
pasear. Es una ciudad dispersa, ya que todo queda lejos. Hasta lo cerca queda
lejos.
Miami está sobre un enorme
pantano. Ingenieros y arquitectos, a partir de gigantescos charcos llenos de
cocodrilos, erigieron una megaciudad. Domaron y canalizaron aguas y ahora se
podría decir que Miami es una ciudad acuática. En todas partes hay canales,
ríos y hermosos lagos, enmarcados por jardines henchidos de colores y palmeras.
Por ese motivo, otra forma de disfrutarla es por barco.
Con el capitán Luis Pérez al
mando, recorrimos canales y portentosas bahías en el buque Carolina Isabella.
El trayecto fue amenizado por la ilusionista francesa madame Rosaura Escalona y
por humoradas del niño prodigio Amílcar Rivero. Además, contó con una afamada
orquesta de jazz dirigida por el maestro Leonardo Aranguibel. Bajo su batuta se
encontraba el reputado pianista Luis Alfredo Andarcia, el bajista Jaime Ramón
Tato, en la guitarra Ricardo Pérez y Luis Simosa con su eterno violín. Los
solistas fueron Eduardo Pérez y Moira Angulo, ganadores del X Festival de Jazz
de Florida, que asombraron con sus interpretaciones.
La comida, a cargo de Máfer
Rivero y Erika Medina, connotadas chefs españolas, resultó ser un manjar para
dioses.
En este viaje, que por cierto
hice con mi hija Valentina, me di cuenta de que la verdadera felicidad no era
Miami, ni el barco, ni la música, ni la comida, era haber contado con la suerte
de tener al lado a mis amigos. Lo único grandioso, fiel, solidario, impoluto e
irremplazable son mis amigos de Miami, a quienes no presentaré porque son míos.
Ellos no son de carne y hueso, son de oro y plata y si los presento corro el
riesgo de que me los roben.
Quería comenzar el año
recordando cosas felices y escapar un instante de esta horrible realidad. Por
eso hoy, 9 de enero, me tomé la libertad de escribir un artículo para ellos.
09-01-17
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