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jueves, 9 de febrero de 2017

Cantos de sirena por @felixseijasr


Por Félix Seijas


Hasta hace poco más de un año, quienes integran la Mesa de la Unidad Democrática no dudaban de que cualquier aventura fuera del paraguas unitario aseguraba para sí el naufragio electoral. Además, la joya de la corona, es decir, la presidencia del país, no se consideraba aún al alcance de la mano. En aquel momento advertíamos que llegaría el día en el que tal percepción cambiaría. Eso, precisamente, es lo que ha venido ocurriendo en los últimos meses. Los números en los sondeos de opinión electoral muestran a un partido de gobierno debilitado, y a su líder sumido en el foso de la desconfianza popular. Esto ha llevado a algunos a hacer una peligrosa lectura de la situación.

En la acera opositora hay quienes han empezado a sentirse cercanos a una posición competitiva, presidenciables, incluso si dejaran a un lado a la Unidad. Por ejemplo, si se pregunta a la gente por quién votaría entre tres candidatos, dos opositores y uno del PSUV, existen combinaciones en las que ambos opositores superan al gobierno. Vaya tentación. El asunto es que el análisis de estos números de manera aislada solo plantea un espejismo que aún se encuentra lejos de la realidad. Son cantos de sirena.

Para empezar, tal pregunta (intención de voto) se está realizando en un ambiente no electoral, y por ende el entrevistado la responde sin que estén presentes factores que impactan el esquema de decisión del votante. Por ejemplo, la postulación de dos candidatos opositores supondría que se ha presentado un proceso de pugna a lo interno de la coalición opositora, con el consiguiente efecto negativo que tal situación produce en la imagen ante el electorado. También, estos escenarios suponen que no aparece otro actor en escena, de esos que podrían “raspar” votos a la oposición, más aún cuando su imagen ha sufrido un proceso de desgaste.
Otro factor ajeno a estos números es la posibilidad de que el gobierno eche mano de su probado buen timing y, ante unos eventuales comicios, genere la sensación de que está en marcha una recuperación económica -sí, hay maneras en las que puede intentarlo-. Aunque esto no genere un gran impacto en las urnas de votación dado el bajísimo nivel de confianza que la población le otorga la actual administración, no se puede descartar que algún efecto termine logrando. Es decir, algo hace, algo suma; así como también hacen las condiciones electorales en las que se realizarían unos hipotéticos comicios, las cuales sabemos distan mucho de la equidad, favoreciendo siempre a quien ejerce el poder. Por supuesto, ninguna de estas consideraciones sería de importancia si no fuese porque la ventaja con la que dos candidatos opositores superaran al PSUV en el papel, es estrecha -sí, el gobierno aún mantiene un porcentaje de apoyo electoral respetable-; así como también porque, si bien a Venezuela la une el deseo de cambio, el mercado electoral es muy diverso y complejo, y una buena porción de él lleva una importante carga de escepticismo que lo mantiene sensible ante cualquier señal que emite la clase política. La MUD es franca mayoría electoral, pero aquellos fieles a ella no superan 30%.

Colocando los pies sobre la tierra, debemos decir que unas elecciones presidenciales se visualizan lejos en el panorama actual -al menos en el plano de las probabilidades, con las variables que hoy se presentan-. En la situación en la que se encuentra Venezuela, el camino que enfrenta la MUD para acceder al poder e instaurar una democracia estable es complejísimo. Por un lado tiene que propiciar una fractura en el bloque que hoy ostenta el poder, y por otro lado debe consolidar el apoyo popular, es decir, asegurar el ser percibido como la alternativa loable al gobierno. Para esto es necesario un trabajo arduo, continuo y blindado con coherencia, que transmita confianza a una población de características diversas, con visiones y expectativas variadas, y con un alto nivel de recelo. Ahí debe estar el foco. Y estas cosas solo se logran actuando en unidad.

Mientras que quienes se ven a sí mismos como presidenciables actúen como aquellos que tras la línea de partida de un maratón intercambian codazos para estar en la mejor posición para cuando suene el disparo, seguirán los desaciertos, y la señal de partida se dilatará cada vez más; o más peligroso aún, al arrancar pueden terminar en el piso, y algún otro que no se vislumbraba en el panorama pasarles por encima. Y que Dios nos guarde de otro “paracaidista”.

09-02-17




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