Por Luis Ugalde
La psicología de derrotados
parece apoderarse de algunos opositores que, incapaces de asumir las propias
responsabilidades en el desastre reinante, buscan chivos expiatorios para
cargarles sus culpas. Para algunos ese chivo expiatorio del hambre y de la
dictadura en Venezuela es nada menos que el papa Francisco y su perverso deseo
de salvar al régimen comunista. Así lo escriben.
Podemos entender que el
régimen trate de culpar de su estrepitoso fracaso al imperio, a la oligarquía
capitalista, al golpe económico y, ahora, a la Iglesia venezolana a la que
acusa de haberse convertido en vulgar partido político opositor. Al gobierno no
le gusta la Iglesia y no escogió al Vaticano entre sus amigos “facilitadores”
del diálogo; los demócratas en cambio no se fiaban de los nombrados
unilateralmente por el gobierno y proponían otros, entre ellos algún
representante del Vaticano. Meses después, apretado por la situación y las
protestas, el Gobierno dijo sí al representante pontificio y se preparó para
manipular la escena del mal llamado “diálogo”. A los demócratas les faltó
unidad y claridad sobre quién, para qué y cómo dialogar para rescatar los
derechos humanos y la Constitución. También en la facilitación de la Iglesia
faltó acuerdo y precisión, pero se corrigió pronto y el Secretario del Estado
Vaticano envió una contundente carta denunciando al gobierno por
incumplir los cuatro puntos claves del primer encuentro, y, por eso, el
representante pontificio no ha vuelto. Voceros del régimen respondieron
airadamente a esta carta y la respuesta oficial -que no se ha hecho pública-
fue grosera. Pero con astucia el Régimen decidió no enfrentarse a la Iglesia,
sino jugar a dividirla entre el buen Papa y la mala Conferencia
Episcopal. Según ellos, la Conferencia Episcopal con su durísimo
documento crítico (13-01-17) de la realidad nacional demuestra su rebeldía
contra el Papa, mientras que el Gobierno devotamente lo apoya promoviendo el
diálogo cristiano que él recomienda. Así mismo dirán que la insolente carta de
“un tal Parolín” (cardenal Secretario del Estado Vaticano) es una cosa y otra
el Papa. La maniobra divisoria es burda, pero torpemente algunos opositores la
hacen suya, trastocando los papeles: el Papa es el malo y los obispos los
buenos. Hay dos iglesias.
Entendemos que el régimen
juegue a la división de la Iglesia, pero la verdad es que no hay carta del
Secretario de Estado Vaticano sin acuerdo con el Episcopado venezolano y, mucho
menos, sin respaldo del Papa. “Divide y vencerás” es el juego que quiere el
Régimen y promueve actos de agresión contra personas y templos representativos
del catolicismo venezolano. Pero es incompresible que haya opositores que se
vuelvan voceros de esta maniobra gubernamental y enfilen sus cañones verbales
contra el Papa “comunista”. Incluso llegan a presentar las cosas como si la
eliminación del Revocatorio presidencial (decisión muy anterior a todo
“diálogo”) fuera culpa del Papa. ¡Hasta la OEA estaría paralizada por el Papa!
La verdad de los hechos es
otra: el Régimen antes del “diálogo” decidió eliminar el Revocatorio, suspender
las elecciones de gobernadores en 2016 y toda elección, mientras haya peligro
de perderla. Dejaba-por ahora- abiertas las presidenciales de fines de 2018,
con la esperanza de que mejore la popularidad gubernamental. Como no mejorará,
se deberán suprimir o hacerlas con los demócratas atados de pies y manos. Desde
ahora el CNE y el TSJ están preparando las sogas y maniatando la democracia.
Una cosa es el DIÁLOGO y otra
este “diálogo” desnaturalizado. No hay democracia sin DIÁLOGO, parlamento,
discusión y acuerdos para el bien común. Toda constitución democrática es
DIÁLOGO. Al contrario, la dictadura es imposición por la fuerza y anulación del
adversario y si usa el “diálogo” es como engaño para mantenerse en el poder; de
ninguna manera quiere DIÁLOGO para restablecer la democracia y los derechos
humanos. En esta situación la conciencia y la Constitución nos obligan a todos
los venezolanos -también a la Fuerza Armada- a restaurar la democracia con los
votos de la mayoría y a cambiar de raíz el disparate económico y social que ha
logrado récord (s) mundiales de muerte con inflación (800 %), caída del PIB (19
%), sostenido déficit fiscal (más del 15 %) y un Gobierno que sobresale en
ineptitud y corrupción. Como dice el mencionado documento episcopal,” una gran
oscuridad cubre nuestro país”, “estamos viviendo situaciones dramáticas” y
“todo se agrava cada día que pasa, porque no se ponen correctivos” (n.2).
La democracia es imposible sin
DIÁLOGO y la reconstrucción nacional requiere de un esfuerzo de todos, también
de los millones que ayer fueron chavistas, inocente y esperanzadamente. El Papa
invita al necesario espíritu de DIÁLOGO y corresponde a los obispos en
Venezuela que viven la realidad, acompañar a la gente en su sufrimiento de
condiciones inhumanas, exigir responsabilidades, denunciar las trampas del
“diálogo” y construir puentes. Corresponde a los políticos, a la sociedad civil
y sus sectores sociales concretar más esta acción con unidad y estrategia
indivisible. Parece que para algunos es más fácil atacar al Papa “comunista”
que poner su parte para salir de la dictadura y su actual y creciente miseria
económica y social.
16-02-17
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