Por Henrique Capriles
Desde que esta mal llamada
revolución asumió el poder, criticó que las Constituciones en Venezuela se
aprobaban siempre en pequeños cenáculos. Se miraban ante el espejo, porque
desde hace años un pequeño cenáculo ha ido limitando paulatinamente la
soberanía del pueblo venezolano.
En 2007, ante la mirada
escéptica de algunos y la suspicacia de otros, el gobierno intentó hacer una
reforma a la Constitución de 1999, que ya buscaba migrar hacia un modelo en el
que la soberanía del pueblo sería limitada.
Entre las 69 reformas
propuestas, se contemplaba que el periodo presidencial subiría de seis a siete
años a la vez que habría permitido que el Presidente ocupara el cargo durante
un número ilimitado de periodos, que consolidara su poder por encima de las
fuerzas militares, y que declarara el estado de emergencia y suspendiera los
derechos democráticos, pero además se eliminara la universalidad del voto como
forma legítima de elegir a las autoridades. El pueblo, con valores democráticos
muy marcados, les dijo: ¡No!
Pasado el tiempo y pese a que
la reforma constitucional fue rechazada, el gobierno no escuchó la voz del
pueblo y buscó poner en práctica los cambios objetados. Un escenario similar es
el que vivimos con la Asamblea Nacional, electa por más de 14 millones de
venezolanos.
Los hechos están a la vista,
la Asamblea Nacional ha sido torpeada en todas sus acciones, valiéndose el
gobierno de un TSJ nombrado entre gallos y media noche por el que ahora tiene
un programa de chismes chimbos en televisión, para inutilizarla. Esa manera de
comportarse define a un gobierno que no sabe asumir ni leer las derrotas y que
en su afán por cumplir sus objetivos se alejó por completo del camino de la
democracia.
Los mismos nombres y las
mismas caras que el pueblo reconoce, ahora más que nunca, porque se han
enriquecido con el poder. Ese cenáculo que impúdicamente hasta se candidatea
para una Asamblea Constituyente donde, como reza el dicho: ellos mismos se
pagan y se dan el vuelto, sin consulta alguna al pueblo.
Los venezolanos tenemos
enfrente quizás el capítulo más duro y oscuro que hemos librado. Estamos en una
etapa de alerta máxima, golpe tras golpe, los que hoy usurpan Miraflores buscan
arrodillarnos a cualquier costa, ahora a través de un proceso constituyente
completamente fraudulento.
La última estafa a la
soberanía popular. Ya los voceros de la débil e ilegítima narco cúpula han
revelado sus verdaderas intenciones. Sencillamente quieren una
Constitución hecha a su medida para borrar del mapa venezolano cualquier resto
democrático.
La cúpula corrupta busca
mantenerse en el poder manipulando la voluntad popular a través de votaciones
de segundo grado, evitando consultar a la mayoría, al soberano, en elecciones
transparentes, en las que cada voto valga realmente un voto. Todo un entramado
para imponer una asamblea con menos del 20% de apoyo que a duras penas tienen.
Como está planteado este
fraude, que quieren venderle al mundo para decir que están haciendo elecciones,
no está contemplado en nuestra Constitución. La sectorización de los candidatos
y la municipalización viola el principio democrático. Con esto quieren
desvincular el número de escaños o constituyentistas a elegir en cada municipio
del peso poblacional de dicha jurisdicción respecto al país.
Y si quedaba alguna duda de su
intención de robar la soberanía, allí está la sentencia 378. Con esa nefasta
decisión, violan nuevamente nuestra Constitución al obviar el paso del
Referendo Consultivo para aprobar la constituyente comunal propuesta por quien
quiere sentarse eternamente en la silla de Miraflores.
Algunos especialistas dicen
que lo que está detrás de la constituyente es cambiar la Constitución por una
que le garantice al régimen la instauración de un Estado Socialista, limitar el
derecho al sufragio y suprimir derechos humanos, civiles, políticos;
eliminación de los cargos de elección popular y extensión del periodo
presidencial; medios de comunicación secuestrados al poder comunal y
eliminación de la empresa privada; entre otros aspectos que son graves y que lo
que buscan es tener el control absoluto.
Se trata del avance del
régimen hacia una abierta dictadura, y frente a eso debemos, resistir,
persistir y nunca desistir, nuestra Venezuela bien vale cada paso que hemos
dado.
Sabemos que el dictaduro giró
instrucciones para que las calles quedaran libres de manifestaciones y se dio
un plazo hasta este próximo miércoles para cumplir su meta.
Ahora más que nunca debemos
intensificar la presión constitucional. No podemos desmayar, porque nos estamos
jugando el futuro. Por eso la única opción que tenemos es seguir organizándonos
en las calles e ir abarcando todo el territorio nacional a través de la
conformación de los Comités para el Rescate de la Democracia.
Tenemos que organizar el
pueblo para que esté completamente informado de lo que significa el fraude
constituyente y sus implicaciones, pero además hay que incrementar el
trabajo de protesta ciudadana contra este fraude a nuestros derechos
primordiales. Tenemos la responsabilidad de activar a nuestras familias,
vecinos y amigos para luchar de manera más organizada por la libertad.
La idea es que lleguemos a los
lugares más apartados. Debemos entender que si casi el 90% de los venezolanos
queremos cambio, entonces ese 90% se tiene que hacer sentir, hay que salir a
las calles a expresar nuestra inconformidad. El rescate de la democracia
depende de todos.
¡Qué Dios bendiga a nuestra
Venezuela e ilumine nuestros pasos, seguimos!
04-06-17
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