Por José Domingo
Blanco, 12/06/2015
Si bien el beisbol
es, a mi juicio, algo así como nuestro deporte nacional; el fútbol, tiene cada
vez más fanaticada. Y, tal vez, haya influido en esa creciente pasión por el
balompié, el hecho de que contamos con nuestro propio equipo, la Vino Tinto, que
le echa piernas –textual y literalmente hablando- pero, que no termina de
clasificar y sacar buena puntuación en los torneos internacionales, que le
permitan ganarse su puesto en un Mundial. Pero, ese no es el punto. El asunto
es que hoy arranca la Copa América. Una rumba deportiva que nos distraerá por
casi un mes de las vicisitudes y pesadumbres, incluso de ese tema puntilloso
del cual el desgobierno y su CNE parecieran no querer hablar: las elecciones
parlamentarias.
Señores, ¡arrancó
la Copa América! Y tanto al oficialismo como a la oposición les cae de perla
que, por fin, haya llegado el día. Claro que la MUD también aportó lo suyo con
la traída de Felipe González (por fin entendí por qué Richard Blanco, durante
el mitin en apoyo a la unidad, tenía puesta debajo de su camisa de ABP, la
franela de España). Nada como un buen partido, como esos bien difíciles que
tendrá por delante la Vino Tinto, para drenar las frustraciones. Si hasta
pantallas gigantes pondrán en algunas plazas, con tarimas y animadores, para
que nadie se quede sin ver los goles que le meterán a nuestro equipo. Por
cierto, permítanme aclarar algo: mi mayor deseo es ver a la Vino Tinto ganar
todos los encuentros y que, de ser posible, se traiga la Copa al país; así como
he deseado, en los últimos tres lustros, que la oposición gane todas las
elecciones a las que se ha presentado. Pero, los hechos, los resultados y el
desempeño, tanto de la Vino Tinto como de la oposición, no me dejan ser
optimista.
Para quienes
centran las esperanzas de cambio en las elecciones, el asunto de que aún no
tengamos la fecha de las parlamentarias no debe postergarse. Ni por la Copa
América ni por la visita de Felipe González ni por otras cosillas más.
Adentrándonos en lo electoral, saco como conclusión de lo que he escuchado de
los invitados que he tenido en el programa esta semana, que no es Tibisay
Lucena, ni el CNE los que fijan las fechas de las elecciones; sino que es una
orden que emana de Miraflores y Cuba. A eso sumémosle el hecho de que todas las
encuestadoras –incluso HInterlaces- indican que Maduro no va a medir a sus
candidatos si se sabe perdedor. Porque esas encuestas señalan que 80% rechaza a
Nicolás y a su gobierno. Esos mismos sondeos dicen que un 69% no ve un
liderazgo ni en el gobierno ni en la oposición. Entonces, no es de extrañar
que, desde Miraflores y Cuba, se esté trabajando en una estrategia perversa
para suspender y aplazar la contienda electoral que, por obligatoriedad,
debería darse este año en el país. Vinculemos esto con los extraños sucesos,
extremadamente violentos, que han ocurrido en Aragua, en la Cota 905, el 23 de
Enero y en otros muchos lugares que no reseñan los medios de comunicación.
¿Acaso estos hechos están sirviendo como globo de ensayo para generar un gran
estallido social, y así tener la justificación – y para ello le sobra bastante
Habilitante a Maduro- de decretar un Estado de Excepción, con la consecuente
suspensión de las garantías constitucionales? Muy delicado porque, además, no
sabemos si los opositores y la sociedad estarían debidamente organizados para
enfrentar lo que vendría.
Esto me permito
relacionarlo con unas declaraciones que le escuché a la señora Luisa Ortega
Díaz, flamante garante de los DDHH en nuestro país, diciendo en su programa de
radio – porque, déjenme decirles que hasta esta señora tiene un programa de
radio que se transmite por Actualidad, todos los martes- que “la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela, y por ende el Ministerio Público,
estaban comprometidos con la garantía de la vida, aun en un estado de conmoción
social”. ¿Qué cosa, no, que justo cuando recibo toda esta información, la
señora Fiscal se exprese en esos términos en su programa de radio? No es
descabellado pensar que -en concordancia con ese mismo espíritu
desestabilizador que engendran los perversos asesores de Nicolás- la delicada
situación que se viene gestando con Guyana y el Esequibo, tenga también un
componente electoral porque les permitiría, con sus hábiles secuaces
constructores de falsas propagandas, apelar a un espíritu de unión y
solidaridad – como quisieron hacer con las firmas contra Obama o como cuando
nos amenazaron con los tres millones de votos cubanos certificados por Tibisay,
en tiempo récord y todos para el oficialismo- para sumar voluntades a su causa,
cada vez más difícil de sostener, en cuanta discusión política se aborde.
Por lo tanto, el
foco de atención de la sociedad debe ser la MUD. La Mesa de la Unidad tiene que
cambiar con urgencia: tiene que dar el salto de una liga de partido a una liga
nacional. Me niego a aceptar lo que dicen muchos que la MUD no encara al CNE
porque eso es generar abstención. Lo que motiva la participación es que el ciudadano
se sienta debidamente informado y respetado. Hemos sido víctimas de un engaño
continuado y eso, a mi juicio, sí genera abstención.
La popularidad de
la MUD hubiera subido si, después de las primarias, hubiera propiciado diálogos
sobre la realidad electoral venezolana. La verdad solo beneficia a la
democracia. Por eso, tengo los pies sobre la tierra: silenciar las triquiñuelas
que han venido ocurriendo, bajo el silbato de árbitro que ostenta el CNE, no es
de nuevo una sana opción para la próxima contienda electoral.
¡Qué la Copa sirva
para brindar por la verdad! ¡Qué la Copa sirva para brindar por la democracia!
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