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sábado, 9 de junio de 2018

De Medina a Moreno por @cgomezavila



Por Carolina Gómez-Ávila


El martes pasado, el canciller dominicano Miguel Vargas fue el primero en votar la “Resolución sobre la situación en Venezuela” aprobada en la Organización de Estados Americanos. Su “A favor” levantó un murmullo en la sala y una ebullición en los corazones de los venezolanos que por meses seguimos, en vilo, las sucesivas reuniones que se daban en esa hermana del Caribe.

El significado y alcance del voto de Vargas, abriendo la ronda, se diluyó para quienes estaban ansiosos de seguir el conteo y apurar el resultado final. Pero ese no era un voto más, ni representaba solamente un apoyo a otra resolución de la OEA sobre el caso venezolano. En la voz de Vargas había que escuchar a la de su presidente, Danilo Medina, volteándosele abiertamente a la dictadura

Un quiebre que luce irreversible porque el voto de Vargas estuvo precedido por un duro testimonio de lo que fueron las negociaciones en su país, difíciles de recoger para regresar a un apoyo a la dictadura. En esa declaración Vargas destacó lo que creo medular: que sin la participación de todos los partidos y líderes políticos, sin el restablecimiento real y efectivo de los derechos políticos de todos los partidos y posibles candidatos, no habrá acuerdo definitivo.

¿Cuántos y cuáles otros apoyos a Venezuela movió Vargas en las horas previas? Lo ignoro, pero sospecho que más de uno. ¿Cuántos moverá a partir de ahora? Seguramente más de uno. Cuidándolo como un potosí, de él obtendremos rédito.

¿Cuánto nos costó ese voto? Meses de duelo y llanto, de enfermedad y hambre. Y meses de trabajo de la Mesa de la Unidad Democrática mientras estaba siendo atacada a dentelladas desde afuera y desde adentro por la dictadura y sus infiltrados.

Ojalá que con el caso de República Dominicana se haga pedagogía política para enseñar que los avances en el tablero internacional se logran lenta y dolorosamente. Pero más doloroso y lento es ver a las facciones internas minimizarlos o magnificarlos a conveniencia. Está claro que para quienes lideran la iniciativa internacional ese es el tablero más importante y que, para quienes no figuran en él, lo más importante es destruir la reputación de quienes sí y sabotear, torcer o desfigurar sus logros y alcances. Por eso la opinión pública sufre tanto con cada cambio de escenario.

Así fue como, sin dejarnos tiempo para complacencias, sin casi aire para reconocer como se merece a la MUD por lograr que República Dominicana cruzara a la acera de enfrente de la dictadura, Ecuador –una de las abstenciones relevantes de la votación– introdujo una propuesta novedosa.

El presidente de ese país, Lenín Moreno, propone diálogo como todos, rechaza las sanciones económicas internacionales, testimonia la ola migratoria por la insoportable situación social, económica y política, convalida la crisis humanitaria y se hace eco de denuncias puntuales sobre el 20 de mayo: “puntos rojos”, falta de observación internacional, alta abstención y ausencia de garantías para la oposición. Para solucionarlo, propone una Consulta Popular sobre la legitimidad de ese evento, una suerte de referendo sobre si los resultados nos parecieron justos o si preferimos nuevas elecciones en un plazo cercano.


Moreno acota que esta consulta debe brindar garantías de transparencia y participación sin exclusión alguna y que debe realizarse con total apertura a la observación de todos los partidos políticos, de la sociedad civil organizada y de organismos internacionales como la propia OEA.

Son sensatas condiciones. Es más, son casi todas las que pidió la MUD en República Dominicana, excepto porque estas están enfocadas en revalidar el proceso del 20 de mayo que todos rechazamos. Celebraría la propuesta de Ecuador si, en vez de tener por finalidad una Consulta Popular sobre si la farsa fue farsa, culminara en el proceso electoral presidencial al que todos aspiramos.

Sí, es cierto que a veces hay que retroceder para avanzar mejor. También es cierto que aún no sabemos si la dictadura aceptaría esta propuesta y que, aunque quisiéramos que Moreno fuera su portavoz para una transición honorable, todos dudamos que a la dictadura le quede algún resto de honorabilidad. De modo que la única manera de aceptar sería entendiéndolo como una apuesta: si ganamos, habrá transición; si perdemos, quizás haya un nuevo aliado.

Para Henri Falcón la propuesta es una trampa jaula. No podría negarse sin retractarse de sus denuncias, pero aceptarla implicaría volver a competir –en primarias o rompiendo otra vez la unidad– con todos los líderes y partidos habilitados, lo que lo pondrá muy abajo en la lista de preferencias.

No me agrada la propuesta de Moreno porque implica un retroceso y frenado para emprender un nuevo viaje lleno de riesgos. Otro más, largo y doloroso, lento y sin garantías de final feliz. Un proceso sobre el que no me hago ni podría recomendar hacerse ilusiones. ¿Se abre, entonces, una ventana de oportunidad para convertir a Lenín Moreno en un aliado como se hizo con Danilo Medina? Por lo aprendido, no podremos determinarlo pronto.

09-06-18




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