Por Antonio Pérez Esclarín
Las recientes elecciones
demostraron con claridad que la inmensa mayoría en Venezuela queremos un cambio
de gobierno que impulse el cambio de rumbo, mediante elecciones transparentes,
objetivas y libres y no mediante comedias electoreras.
La genuina democracia es un
poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos
diferentes. Diferentes pero iguales. Precisamente porque todos somos iguales,
todos tenemos derecho a ser, pensar y decidir de un modo libre dentro de las
normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos
constitucionales. La Constitución no puede seguir siendo interpretada a
conveniencia y capricho de los que gobiernan. Si esto continúa sucediendo, los
ciudadanos quedamos a la intemperie, sin derechos reales, por mucho que se nos
proclamen y se nos siga repitiendo que tenemos una Constitución de las más
avanzadas del mundo y un sistema electoral transparente y seguro. ¿Para qué
sirve una Constitución que no se cumple y discrimina al que piensa diferente?
Si bien en la genuina democracia tan importante es el gobierno de la mayoría
como el respeto a las minorías, en Venezuela se ha prostituido tanto la
democracia que una minoría cada vez más escuálida impone sus caprichos a la
mayoría. Todos somos venezolanos y el Gobierno debe gobernar para todos
por igual y no para el grupito de acólitos que le siguen. Gobernar
significa garantizar a todos comida y medicinas, salud, educación, seguridad,
servicios eficientes y un salario que permita vida digna. Gobernar
significa respetar y cumplir la Constitución que nos garantiza a todos iguales
derechos y deberes y establece las funciones de los poderes
públicos y de la Fuerza Armada Nacional.
Es tiempo para el
reencuentro y el trabajo, para reorientar la economía y la política y superar
juntos los graves problemas de esta Venezuela destruida y en ruinas. Hay
que frenar de una vez la hemorragia de compatriotas que huyen del país por no
ver aquí futuro. ¿Acaso los que nos gobiernan no ven el inmenso dolor que están
causando a los venezolanos? ¿Cómo pueden dormir tranquilos? Son tiempos para
emprender los cambios urgentes y necesarios para resolver los gravísimos
problemas que convierten nuestras vidas en algo insufrible. No se trata de
volver atrás sino de crear lo nuevo. Yo no quiero una Venezuela de la cuarta ni
de la quinta república. ¡Yo quiero una Venezuela de primera! Y ese debe ser el
empeño de todos los que amamos este país saqueado y maltratado.
No podemos aceptar que en
nombre de una supuesta revolución y de una retórica hueca, sin resultados,
tengamos que calarnos los continuos apagones, la hiperinflación, la escasez, el
vaciamiento de escuelas y universidades, el transporte como si fuéramos vacas,
en una palabra, el despojo de nuestra dignidad. Sólo mediante el trabajo
responsable y productivo, y no mediante las limosnas que sólo generan
parasitismo y dependencia, enrumbaremos el país por las sendas de la
convivencia y el progreso. Necesitamos hacer nuestro el clamor de Simón
Rodríguez: “Yo no pido que me den, sino que me ocupen, que me den trabajo. Si
estuviera enfermo, pediría ayuda; sano y fuerte debo trabajar. Sólo permitiré
que me carguen a hombros cuando me lleven a enterrar”.
08-06-18
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