Por S:D:B: Alejandro Moreno
He escrito que no quiero
tener la razón pero sí tener razón. Todo esto necesita una mayor explicación.
Como ya escribí, tener la razón implica el encierro en un solo punto de vista,
en un solo sistema de razones. Tener razón es otra cosa. Es pensar de manera
organizada y sistemática pero abierta al cambio, al diálogo con otras razones,
a la consideración, razonada, de otras posibilidades de pensamiento. Sobre todo
cuando las consecuencias de los razonamientos y opiniones que se han defendido
demuestran en los hechos ser negativas para la persona y para para la
sociedad.
Lo contrario, el
empecinamiento, es caer en el capricho y tomarlo como guía inmodificable de
conducta. El capricho es productor de caos. Y seguir el capricho como norma
inmodificable, cuando esta afecta a todo un pueblo, es producir el caos
general. El extremo de tener la razón es caer en la irracionalidad. El camino
de la irracionalidad es asumir las palabras como realidades, las suposiciones
como afirmaciones firmemente sostenidas, las fantasías como realidades dotadas
de soportes imposibles de cambiar. Lo propio de tener la razón es asumir el
pensamiento como una muralla medieval irrompible. Lo peor de todo es cuando no
se puede, estrictamente no se puede, salir de esa cárcel mental. En esa noche
no hay caminos. No queda otra salida sino barrer con todo falso camino que se
nos ofrezca. Y falsos son todos los caminos que en esa espantosa llanura se
ofrecen.
Aquí estamos hoy en Venezuela.
En el caos de la locura. Por mucho que pensemos, por muchas vueltas que le
demos al pensamiento, si no encontramos la vía que nos saque de esta
irracionalidad caprichosa impuesta por el poder, solo tendremos el caos y al
final la muerte del país, la destrucción de la sociedad como espacio posible de
convivencia, la incapacidad de producir, desde una teoría totalmente fuera de
razón, algo que se pueda llamar humano.
Es absolutamente necesario
salir del marasmo y encontrar el camino de la racionalidad abierta, de la
racionalidad dialogante, de la racionalidad comunicativa, de la racionalidad
convivencial.
El régimen que nos oprime no
lo entenderá nunca precisamente porque él mismo está oprimido por su propia
irracionalidad.
Todavía podemos unirnos
todos los que estamos fuera de él y formar un bloque compacto de libertad de
imaginación, de razón y de acción convivida, comunitaria (no comunal), una
unión de mentes y corazones para preservar toda la inmensa riqueza de
venezolanidad que nos queda viva en medio de tanta promoción de muerte.
Todavía podemos tener razón.
14-08-18
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