Julio César Arreaza B 12 de agosto de 2018
No
podemos guardar silencio y callarnos ante la infamia. Se lo robaron todo. Con
la verdad no ofendo ni temo. La verdad es que el oprobioso régimen que azota
Venezuela desde hace 20 años se ha robado la riqueza producida por el petróleo
y expropiado a los productores de bienes, ha sextuplicado la deuda pública,
enriqueciéndose personalmente de su manejo al margen de la leyes y contra los
intereses de la nación; nos ha robado el territorio con la cesión de nuestra
soberanía, disminuido nuestros derechos frente a Guyana, permitiendo también la
presencia de grupos irregulares que controlan buena parte de la geografía, y
permitiendo el acceso de los cubanos castristas en la médula del sistema
interno de seguridad e identidad nacional.
El
esquema de sobornos que el régimen cuadró con la Odebrecht del “hermano” Lula,
es la trama de corrupción del siglo, sobran testimonios, se concedieron obras
sin licitación que no se ejecutaron, el dinero robado se utilizó en parte para
las campañas presidenciales del difunto y de Maduro y el resto drenó hacia los
bolsillos.
Oscurece
cada día el sol de la libertad con la represión que es lo único que les queda
para mantenerse en el poder amparados por las mafias vestidas de verde olivo.
El mundo y muchos presidentes de países democráticos nos acompañan en la
agónica lucha por el rescate de la república, necesario es subirle el costo a
la represión del régimen, el aislamiento hacia Maduro es notorio.
Necesario
es construir un procedimiento de cambio, cuando está cerrada la vía electoral,
seguir buscando la unidad que es lo sustantivo, acompañando la protesta social
que crece por el colapso de los servicios públicos, porque no hay salario que
aguante la hiperinflación desatada; organizar esa protesta horizontal y
simultáneamente en todo el país.
La
credibilidad de Maduro es cero, el gobierno miente siempre, la carrera de los
cadetes evidencia que se lo calan obligados pero no lo defienden, ellos también
y sus familiares sufren los embates de la situación insoportable. Hacia ellos y
la administración pública debe dirigirse el discurso democrático.
El
objetivo es el cambio político, desalojar a las mafias y criminales del poder,
que están matando de hambre a la gente. Vivimos en un desorden absoluto y en un
país desinstitucionalizado. El desarrollo histórico del país está en quiebra,
no tenemos Democracia ni Estado: la organización social para asegurar la
convivencia pacífica y el desarrollo del pueblo.
Apostemos
como sociedad al TSJ legitimo que está juzgando a Maduro y ventilando
públicamente las pruebas fehacientes de la corrupción, dando a conocer los
elementos de juicio y estableciendo responsabilidades que el régimen y sus
mafias mantienen tapadas.
¡Libertad
para los presos políticos y regreso de los exiliados!
Julio César Arreaza B.
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