Fernando Mires 29 de diciembre de 2013
2013 no finaliza
mal en Europa. Nadie hasta hace poco lo habría creído. La crisis económica
iniciada el 2009 está llegando lentamente a su fin. El núcleo Inglaterra -
Francia - Alemania es más concordante que hace un par de años. Y lo más
importante, la presión ejercida desde Rusia parece estar disminuyendo
notablemente. Por supuesto, los problemas de siempre continúan, entre
ellos el más agudo, el de las migraciones masivas. Pero en general, 2013
ha sido un buen año para Europa.
Hasta hace muy poco parecía inevitable
que Europa, pese a todos sus complejos pacifistas, se vería obligada a
intervenir militarmente en el Oriente Medio. Intervención que en el contexto de
la más profunda crisis económica vivida desde los años treinta del pasado
siglo, tomaba para muchos políticos las formas de una siniestra pesadilla.
Tanto o más inevitable parecía ser esa intervención si tomamos en cuenta que el
eje formado por Rusia, Irán y Siria en el Oriente Medio tenía connotaciones no
solo anti-europeas sino antioccidentales. De tal manera que cuando Rusia acudió
en auxilio del régimen de Asad, impidiendo esa intervención que solo traería
dolores de cabeza a los gobernantes europeos, faltó poco para que Putin hubiera
sido elevado al estrellato de la política internacional. Incluso,
irresponsables de la prensa europea propusieron al autócrata como candidato al
Premio Nobel de la Paz.
Pero el repentino entendimiento en
torno al tema nuclear entre Irán y EE UU dio al traste con las pretensiones
rusas en el Oriente Medio. Con esa “movida” Obama no solo dejó fuera de juego a
Putin. Además, evitó la intervención europea en Siria y con ello la
revitalización de antiguos conflictos históricos. El único fiel aliado que resta
a Putin en la región islámica es, por el momento, la dictadura siria. La
verdad, es muy poco.
Lejos están los tiempos cuando
impulsados por la intransigente política exterior del "bushismo",
Rusia, Alemania y Francia (Putin, Schroeder y Chirac) intentaron formar un eje
internacional de abiertas connotaciones anti-norteamericanas. Hoy las
relaciones inter-atlánticas no son óptimas, pero son mejores que en el pasado
reciente.
En los últimos meses de 2013 quedó
demostrado, sobre todo a través de la petición de ingreso de Ukrania en la EU,
que Europa Occidental sigue ejerciendo un enorme magnetismo en las ciudadanías
euroasiáticas. Unos quieren pertenecer a la Europa económica, otros a la
cultural y, las nuevas generaciones, a la Europa política. ¿Quién lo
iba a pensar?
Las manifestaciones pro-europeas de
Kiev si bien no lograron la entrada de Ukrania a la EU, obligaron a Putin a
hacer concesiones a la oposición democrática (pro-europea) de su propio
país. Hay, en ese sentido, un nexo entre las manifestaciones de Diciembre
en Ukrania y la liberación de las Pussy Riot.
Si las emblemáticas Pussy Riot, entre
otros presos políticos, se encuentran hoy en libertad, no ocurrió como
consecuencia de un intento de Putin –como dan por sentado ciertos
analistas internacionales- destinado a salvar la realización de las
Olimpiadas de Invierno en su país. Son tantos los dineros invertidos por Europa
en esas Olimpiadas que estas nunca han estado ni estarán en peligro. La
verdadera razón de la hasta ahora aparente liberalización política hay que
buscarla por otro lado, a saber, en el creciente aislamiento
político internacional de la Rusia de Putin.
En efecto, Putin no podía darse el
lujo, en el lapso de menos de tres meses, de perder su influencia en Irán en
Oriente Medio, y en Ucrania en su propio espacio "natural". Tenía
solo dos alternativas: O forzaba con amenazas intervencionistas la adhesión de
Ukrania, o liberalizaba su política interna y externa. Viejo zorro, Putin ha
optado por la segunda alternativa. Y eso solo puede ser bueno para Europa.
Los hechos recientes no son
consecuencia, por cierto, de una determinada política europea hacia Rusia. Pero
sí son un triunfo de las ideas de la Ilustración las que, aunque parezca
increíble, continúan siendo subversivas tanto dentro como fuera de Europa.
Europa continúa su proceso de
expansión, aunque esta vez sin mover un dedo.
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