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miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Qué es lo peor del Gobierno?, @Ismael_Perez



Por Ismael Pérez Vigil, 30/07/2016

En la medida en que se agrava cada día la situación y se aproxima un desenlace al régimen instaurado por Hugo Chávez Frías en 1999, comienzan a circular propuestas y análisis de cuáles son las correcciones y ajustes, sobre todo a la economía, que hay que introducir en el país. Algunos solo piensan en estos ajustes económicos, pero el daño es mucho más profundo, también en lo político y sobre todo en lo social; de allí que se imponga hacer una especie de “inventario” acerca de que es lo peor de los últimos 17 años.

La respuesta a esa pregunta no es fácil. Trate quien lea estas líneas de hacer el ejercicio. Le aseguro que se sorprenderá, como yo me sorprendí, de lo complicado que puede ser dar esa respuesta si alguien lo preguntara.

Lo peor no es la burla de Constitución que aprobaron a la medida de Chávez Frías, cuando muchos en el país teníamos la esperanza de una renovación profunda.

Lo peor no es la violación continua del régimen a esa Constitución, que en momentos de su aprobación fue aplaudida y aprobada por el propio régimen.

Lo peor no es la concentración de poderes, la disolución del estado de derecho y las instituciones.

Lo peor no es la politización de la Fuerza Armada y el intento de la militarización de los civiles, creando y pretendiendo entrenar milicias, para supuestas “guerras asimétricas” y ahora “económicas”, señal inequívoca de un Gobierno que se siente derrotado.

Lo peor no es el desprestigio sistemático y sostenido y la campaña contra la política y los partidos, el haber privado a éstos de fondos del Estado, para hacerlos más vulnerables, debilitando el sistema democrático.

Lo peor no es contemplar la corrupción impune, sin que los poderes públicos hagan nada, viendo crecer desmedidas fortunas, de la noche a la mañana, mientras se dilapidan miles de millones de dólares en, por ejemplo, aviones presidenciales, viajes multitudinarios al exterior y en ropa y atuendos para la Presidencia de la República.

Lo peor no es ver gastos sin control, ni rendición de cuentas, mientras crece el desempleo, la economía informal y la pobreza.

Lo peor no es tener Poderes Públicos títeres, que solo obedecen los mandatos del Palacio de Miraflores, sede del Gobierno.

Lo peor no es haber destruido la confianza en los procesos electorales, a través de la manipulación del registro electoral, de los circuitos electorales a conveniencia del gobierno, la permisividad del uso de los recursos del estado y el abuso de poder, el control del Consejo Electoral, hasta poner a dudar a la gente de su validez como alternativa para resolver los conflictos de poder en la sociedad venezolana.

Lo peor no es haber politizado el sistema judicial, que se haya pervertido a los jueces y haberlos convertido en arma para perseguir a los disidentes, enemigos políticos o a los periodistas y medios de comunicación.

Lo peor no es que se haya incrementado el desempleo y la pobreza, mientras se gastaban millones de dólares en propaganda en el exterior, para que todos pensaran que aquí hay una “revolución” trabajando por los pobres.

Lo peor no es haber destruido la industria petrolera y que hayan arruinado y desmantelado el cincuenta por ciento del parque industrial del país.

Lo peor no es la mentalidad de buhoneros que han fomentado en la población y que nos está dejando miles de “bachaqueros”, aunque sean la viva demostración del ingenio de un pueblo que se niega a morir de hambre.

Lo peor no es tener un gobierno “neo liberal”, despótico y autoritario, pero con ínfulas de socialista y una vaga ideología marxistoide, que aplica ajustes de shock a la población y castiga a los más pobres con la inflación, que es el peor de todos los impuestos.

Todo lo mencionado, y lo que cada quien pueda añadir, eso es muy malo, pero no son más que los efectos de un mal Gobierno.

Lo peor lo vamos a encontrar en el terreno de los principios y valores sobre los que estaba cimentada la sociedad venezolana. Por ejemplo, ese sentimiento que desde Chávez Frías, e intensificado por Nicolás Maduro, nos han metido en el alma, en los pliegues de la piel, en los recovecos del corazón, en los intersticios de nuestra humanidad, con esa predica constante, soez y abrumadora desde hace 17 años, de odio, de resentimiento, de venganza, de división de clases, de antivalores y que hoy nos hace ver con recelo y desconfianza a los demás seres humanos, que nos hace dudar de ser solidarios ante las desgracias de otros, del sálvese quien pueda, del ponme donde hay, de dame lo mío. Eso es lo peor y lo que la historia y los venezolanos no le perdonaremos a Hugo Chávez Frías y a Nicolás Maduro.

La tarea más dura, el “ajuste” más difícil, será la ingente tarea educativa y moralizadora, en la que tendremos que participar todos los venezolanos, para reconstruir los valores y principios en la sociedad venezolana, acostumbrada al populismo, a los pedigüeños, a la corrupción, a la irresponsabilidad en el cumplimiento de deberes y tareas. Para construir una sociedad con bases firmes y estructuras solidas, un proyecto compartido de país, sustentable, que permanezca en el largo plazo para garantizar un futuro de progreso y bienestar para todos los venezolanos.

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