Por Ignacio Avalos Gutiérrez
I.
Hace poco más de una semana
el presidente Maduro nos dio la noticia de que su gobierno daría comienzo a la
explotación del Arco Minero, mediante la firma de varios contratos con empresas
locales y sobre todo transnacionales, entre ellas la canadiense Gold Reserve,
con un extenso prontuario ecológico en su haber. El negocio representa, para
comenzar, el ingreso de 4.500 millones de dólares, suma que, según las malas
lenguas, sirve para solventar a corto plazo los problemas que asfixian las
finanzas públicas y atender las emergencias alimentarias que nuestro menguado
aparato productivo no puede atender.
Dio arranque, así pues, al
Motor Minero, ignorando las críticas que, desde distintos círculos, tanto
políticos como académicos, y a partir de posiciones políticas disímiles, se le
han hecho a esta iniciativa por razones ecológicas, económicas, étnicas y
legales.
II.
La explotación del Arco
Minero representa una prueba más de que, en materia de discursos y propuestas,
para el gobierno la realidad es, apenas, un detalle menor, respecto al cual no
es preciso guardar alguna relación de concordancia.
Vale, pues, hablar de la
diversificación productiva y apelar al rentismo minero. Hablar de soberanía y
rajarse ante las exigencias de las empresas multinacionales. Hablar del respeto
a las comunidades indígenas e invadir sus territorios mediante una salvaje
actividad de extracción. Hablar de democracia y transparencia y guardar
bajo llave los contratos con las multinacionales. O hablar que Venezuela está
en la línea de salvar al planeta del capitalismo depredador y quedar raspado en
cualquier examen a la que se la someta desde la perspectiva del cambio
climático.
En fin, es encender el Motor
Minero y simultáneamente decir, como sostuvo el Presidente Maduro, que la nueva
política de desarrollo minero “es profundamente soberana, ecologista y con una
visión de desarrollo integral", dando a entender que se cumple con la
propuesta de un socialismo ecológico “basado en una relación diferente entre
seres humanos y naturaleza, garantizando el bienestar de las generaciones
presentes y futuras”, según recita la página web del así llamado Ministerio del
Poder Popular para el Ecosocialismo y el Agua.
Con el Arco Minero el chavismo
terminó de quedar desnudo, sin el ropaje que necesario para
cobijarlo política e ideológicamente. De esta manera, el mensaje que
sedujo al electorado venezolano hace diez y siete años se disimula ahora en un
proyecto reducido a consignas complementadas por una retórica que alardea de
revolucionaria. Un proyecto, en fin, que se desenvuelve en clave “conforma vaya
viniendo vamos viendo”, que cuenta con el Plan de la Patria como reserva épica
y cuya única razón de existencia es el poder por el poder mismo.
III.
Hoy en día el chavismo ha
asumido varias figuras, es decir, se ha desfigurado. Hay chavismo de diferentes
colores y sabores. Así, en su nombre se prende el Motor Minero y en su
nombre algunos proponen apagarlo. Es que desde hace un rato el chavismo
viene dando para todo. Para esto, para lo otro e inclusive para todo lo
contrario. Es lo más parecido a un saco de gatos.
El chavismo, pareciera, ha
quedado reducido a una marca multiuso. Un sello que identifica a un
contenedor vacío que cada quien va llenando como cree más conveniente,
sin pagar más regalías que las que comporta la devoción al líder supremo y tal
vez una visita de cuando en cuando al Cuartel de la Montaña.
No importa que ronde en la
cabeza de algunos la idea de que el presidente Chávez habría hecho lo mismo que
el presidente Maduro, sólo que le habría puesto más musiquita de fondo.
17-08-16
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